Ari Rasilainen. Foto: Conciertos Augusto

Ari Rasilainen. Foto: Conciertos Augusto

 

Publicado en Mundoclasico el 19 de diciembre de 2016

 

Euskalduna Jauregia, Bilbao, 9 de noviembre de 2016. Enrico Dindo, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Director: Ari Rasilainen. Vaughan Williams: Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis. Shostakovich: Concierto para violonchelo y orquesta nº1. Xabier Otaolea: Agartha. Elgar: In the South. Aforo: 2164. Ocupación: 90%.

Que las cuerdas de la Sinfónica de Euskadi son probablemente su sección más destacada es un lugar común, probablemente fundamentado, cuando se habla de esta formación vasca, y Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis es una obra para cuerda muy adecuada para sopesar cuánto de verdad encierra esa aseveración. El rendimiento de las cuerdas de la OSE fue excelente, especialmente el del cuarteto, con un viola de enorme vuelo y densidad, y si la versión no deslumbró fue probablemente porque el maestro Ari Rasilainen mantuvo algunas cautelas. Creo que hizo bien. Esta Fantasía puede restar con facilidad más de lo que suma con dificultad, y darla bien ya merece respeto. Rasilainen fue sobrio, y se dedicó a elaborar un sonido eficaz y sólido que evitó por igual el dramatismo al que tanto se aviene la obra y el recreo en su mera belleza formal.

Enrico Dindo es un cellista poderoso y domina el Número 1 de Shostakovich. En el Allegretto supo transmitir perfectamente la característica mirada entre burlona y descreída del compositor, con el concurso de una orquesta empeñada y perfectamente dirigida por Rasilainen, que aquí no encontraba motivo alguno ni para cautelas ni para reservas: se entregaba y construía un movimiento modélico, una exhibición de ritmos y sonidos que parecía secuestrar el aliento de un público completamente silencioso y absorto. El segundo movimiento y la Cadenza discurrieron deliciosamente, dibujando el paso del sosiego a la zozobra y la agitación. Dindo dominaba y se gustaba, y manifestaba que es uno de esos músicos que se entregan sin reserva. El Allegro con moto puso punto y final a este concierto soberbio y subyugante, con Dindo volando raudo entre escalas y Rasilainen en un plano de gran eficacia y claridad de ideas.

Tras el intermedio llegó el momento de Agartha, una breve composición de Xabier Otaolea que era estreno absoluto con la Sinfónica de Euskadi. Hay que reseñar que en la confección del programa se asignó a Agartha un espacio central, en la encrucijada entre Shostakovich y Elgar. La obra encajó a la perfección. Su presencia en el gozne del programa no es la única encrucijada que evocó. Es una obra fuertemente personal, en la que confluyen una madura cultura musical y una clara vocación de apertura y accesibilidad, recordando que una obra grande puede ser también una obra bonita, amable, tierna. Con unos compases finales de claro aliento anime, en Agartha confluyen caminos tanto populares, noblemente incidentales, como otros de radical modernidad y exigentes para maestro, orquesta y público, pues Agartha invita expresamente al oyente a que se involucre en un itinerario pleno y simple: ven con la música, parece reclamar, y a esa llamada el público acudió y correspondió en el estreno con una ovación fuerte y generosa. Fueron diez minutos preciosos, vividos con la intensidad que merece un gran estreno, y la orquesta y el maestro Rasilainen pusieron por su parte todo lo necesario para que la presencia de este joven compositor en la temporada quede marcada en negritas.

Cerró el programa In the South, de Elgar, una obra optimista y bella que redundaba en la vertiente más despreocupada y vital de la obra de Otaolea y que el que escribe nunca había escuchado en directo. Hay que reconocer, como quizá comparta quien haya vivido esta sensación -y lo recuerde-, que pocas cosas gustan más en un concierto que escuchar por vez primera en directo una obra sólo conocida y apreciada mediante grabaciones. Si el directo convence, la sensación es de encuentro y felicidad. In the South fue en manos de Rasilainen precisamente eso, un encuentro  feliz entre un mundo hondamente británico y un Sur cálido y placentero, entre un Norte algo arquetípico y un Mediterráneo en el que abandonarse es sólo una entre otras muchas posibles tentaciones. Muy bien Rasilainen y muy bien toda la orquesta, especialmente unas cuerdas que debieran poderse enmarcar en tardes como la contada.