ORATORIO DE NAVIDAD Foto: © Enrique Moreno Esquibel / Teatro Arriaga

Publicado en Mundoclasico y Klassikbidea el 7 de febrero de 2022

Bilbao, 22 de diciembre de 2021. Teatro Arriaga. Escenificación de las tres primeras cantatas del Oratorio de Navidad, BWV 248, de Johann Sebastian Bach. Producción del Teatro Arriaga. Vanessa Goikoetxea, soprano; Nerea Berraondo, contralto; Toby Spence, tenor y evangelista; Jonathan McGovern, barítono; Coro Euskeria de la Coral de Bilbao Gaudeamus Korala; Nurat Gazte Abesbatza; Urko Sangroniz, director de coro; Orquesta Sinfónica de Bilbao; Diego Martín-Etxebarría, director musical; Calixto Bieito, director de escena. Ocupación: lleno. 

Hace casi cuatro años, el Teatro Arriaga produjo una escenificación de La Pasión según San Juan extremadamente interesante, tanto desde el punto de vista musical como desde el punto de vista escénico. Calixto Bieito hizo un trabajo espléndido, logrando un pasmoso equilibrio entre la belleza inamovible de los textos, la inagotable fertilidad y fluencia de la música de Bach y la traslación de semejante monumento musical y cultural a una representación teatral de tintes contemporáneos. Este ejercicio, que por lo que recuerdo concitó una unánime buena acogida, es básicamente el mismo que se ha presentado ahora, partiendo del Oratorio de Navidad, haciendo de la Natividad cristiana un drama de refugiados de plena vigencia. Tan vigente de hecho como hace dos mil años, pues la idea de la acogida es central en el retrato bíblico, como lo era en otras sociedades y culturas antiguas.

La propuesta de Calixto Bieito en el Oratorio pasa por situar por delante del escenario otro pequeño escenario -una tarima-, sobre el que hay una mesa con cuatro sillas y unos armarios de cocina vacíos. A ambos lados de esta tarima se sitúa la orquesta, dividida y bastante perjudicada por la disposición, pues no hay visual entre los instrumentistas; detrás el coro y algunos puntuales recursos escénicos. A este espacio llega el cuarteto protagonista, que se desenvuelve dramáticamente y canta en muy pocos metros cuadrados durante toda la representación. Llega el cuarteto con sus maletas, también con una carga evidente de ilusión y drama, en la esperanza de iniciar una nueva vida, de encarar una oportunidad. Se encaraman a la tarima. Han sido acogidos. El doble escenario posee por tanto una simbología poderosa y clara, y es la lectura concreta y aplicable a nuestra actualidad de un marco conceptual antiguo y simbólico.

Hay cierto inevitable desequilibrio en este Oratorio que prioriza el teatro sobre la música, pero es un precio pequeño para una gran ganancia. Quiero decir que los interesados en una audición de la obra estrictamente musical probablemente quedaron algo insatisfechos o se sintieron molestos por los ruidos inherentes a la representación, o por el canto algo problematizado de los protagonistas durante su desempeño teatral; pero era el momento de disfrutar de una propuesta que no encaraba la composición de Bach como un monumento musical y sacro, sino como un relato sobre el que elaborar algo nuevo. Es desde esta óptica, precisamente, desde la que se puede subrayar no sólo la calidad global de la propuesta, sino también la específicamente musical.

El cuarteto protagonista está completamente expuesto a la mirada del público durante toda la escenificación, no hay escondite ni posible intimidad, y no deja de interpretar a lo largo de las tres cantatas. Su trabajo fue fantástico, construyendo unos caracteres sólidos y de una notable diversidad. El barítono Jonathan McGovern ya había sido Pilates en La Pasión según San Juan aludida en el comienzo de esta crónica, y anteriormente había cantado en Bilbao obras de Mahler con el Natalia Ensemble. De McGovern puede decirse que es un cantante muy inglés: rebosa educación en la voz y capacidad actoral, es un cantante completo y muy formado y adecuado para esta colaboración. En el Oratorio, McGovern asumió el papel de un hombre vulnerable y desarraigado, por quien los demás se preocupan. El tenor Toby Spence, por contra, hacía un papel alegre y aparentemente despreocupado, acorde con su canto limpio y muy preciso y rebosante de oficio, con una voz algo fatigada pero adecuada al Oratorio. Por su parte, la mezzo Nerea Berraondo mostró una voz poderosa y extensa y una buena presencia escénica, y Vanessa Goikoetxea supo contener y adaptar su canto, que tendía a crecer e imponerse, a los cauces casi camerísticos requeridos por este Oratorio. Goikoetxea mostró también una capacidad extraordinaria como actriz, componiendo el papel de una mujer determinada y regida por una firme voluntad que transmitía con una presencia escénica impecable.

Euskeria es el coro que, integrado en la Sociedad Coral de Bilbao, proporciona el paso del coro infantil al coro de bandera de la prestigiosa institución; pero es tambien una entidad musical plena y autónoma. Junto a Bilbao Gaudeamus Korala y Nurat Gazte Abesbatza, también formaciones juveniles, Euskeria protagonizó el arduo y exigente trabajo coral del Oratorio. Fue emocionante por muchas razones, porque cantarlo así es el resultado de mucho trabajo preparatorio y mucho estudio, y porque las circunstancias Covid elevan por sí solas el listón de dificultad de ese trabajo. No por elevarlo o dificultarlo en un plano artístico, pues los y las jóvenes lo pasaron con elogiable holgura, sino porque la carrera hasta el salto habrá sido, a buen seguro, complicada de gestionar. Sólidas, afinadas, empastadas, Euskeria y sus formaciones compañeras supieron cantar con clase y transmisión. Bellísimo el célebre coral Wie soll ich dich empfangen de la primera cantata, que recorrió el teatro como un soplo tibio y dulce.

El maestro Diego Martín-Etxebarría lidió con todo el material musical y teatral con la capacidad y seguridad de alguien bregado y bien bregado en muchos fosos. Su trabajo me pareció meritorio y exigió una gran concentración para tener todo ordenado y encauzado. A ambas manos del maestro estaba ordenada la Sinfónica de Bilbao, como es lógico reducidísima. También de este lado se disfrutó de una buena labor, lográndose un buen sonido -algo diría que no tan sencillo dados los condicionantes- y una prestación global pulcra y solvente, también muy viva y merecedora, como el resto de los artistas y entidades mencionadas, de una gran ovación que arreció cuando salió a saludar Calixto Bieito con el resto del equipo responsable.