ABAO-OLBE Carmen 2014. ©E. Moreno Esquibel

Publicado en http://www.mundoclasico.com el 28 de febrero de 2014

Bilbao, 21/02/2014. Palacio Euskalduna. Georges Bizet. Carmen. Libreto Henri Meilhac y Ludovic Halévy (basado en la novela homónima de Prosper Merimée). Calixto Bieito, dirección de escena. Alfons Flores, escenografía. Mercé Paloma, vestuario. Alberto Rodríguez, iluminación. Giuseppina Piunti, Carmen. Aquiles Machado, Don José. Carlos Álvarez, Escamillo. Maite Alberola, Micaela. Itxaro Mentxaka, Mercedes. Elena Sancho Pereg, Frasquita. Coro de Ópera de Bilbao, Boris Dujin, director de Coro. Coro infantil de la Sociedad Coral de Bilbao, José Luis Ormazábal, director de coro. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Jean Yves Ossonce, director musical. 62ª Temporada de ABAO-OLBE. Aforo: 2164. Ocupación: completo.

Hay mucho trabajo y un denso trasfondo, pero también rasgos de una provocación  inofensiva y ya superada en esta veterana producción de Carmen que ha visitado Bilbao por vez primera, y que la ABAO ha difundido en sus redes sociales como “la Carmen de Bieito”. Vista y escuchada la representación, la Asociación ha acertado: ha sido mas la Carmen de Bieito que la Carmen de Bizet. Con elementos sobresalientes y con otros discutibles, la escena ha sido superior al canto, el teatro superior a la música. No ha sido una Carmen redonda, por lo tanto, pero sí mucho mas interesante que la gris producción de Sagi protagonizada por Carolyn Sebron (una Carmen inconcebible) y César Hernández hace diez temporadas, o a otra posterior y muy reciente de 2009 con Petrinsky en el rol principal. Carmen, así es, se ha programado tres veces en las diez últimas temporadas de ABAO. Eso es insistencia.

En el primer acto, la feminidad de Carmen parece ser para Calixto Bieito un misterio incomprensible y de insondable lejanía. Arroja sobre la psicología de esta mujer personal, libérrima y sensual un manto cosificador, reduciéndola a una sexualidad primaria, casi grotesca, objetual. No parece comprenderla en absoluto, ni parece que de hecho le interese. Sólo a lo largo de la representación se vislumbra que esa chica manoseada por los hombres, envuelta en el entorno macho y vulgar de una España felizmente superada (¿superada?) es en realidad un alegato, uno más, en una propuesta llena de alegatos: el soldado castigado y también cosificado que corre por el perímetro del escenario en calzoncillos, llevando en brazos un pesado cetme, subrayando la barbarie que subyace a la frágil disciplina militar y despertando el eco homoerótico de los uniformes y los castigos y las sumisiones, el mismo eco de torsos sudorosos que mas adelante envuelve al escultórico torero desnudo, y que tiene una consistencia provocadora un tanto relativa avanzado el siglo XXI, y una nula fuerza transgresora: dicho sea en descargo de Bieito, que sospecho que no pretende transgredir en absoluto, sino trabajar con normalidad materiales que, como los desnudos, ya son mayoritariamente asumidos como inofensivos; la joven Sue Lyon de “Lolita” que en el acto cuarto recuerda –el tópico a través del tópico- la España de toros y bikinis en los litorales ibéricos del desarrollismo sesentón franquista; y algunos otros.

ABAO-OLBE Carmen 2014. ©E. Moreno Esquibel

 

Carmen, como las muchachas cigarreras, como Frasquita y Mercedes, es un ser encerrado en el acerado laberinto de unos valores violentos y arcaicos. Quizá estaba ahí y yo no he sabido verlo así, pero he echado de menos a la Carmen vital e insolente que no se entrega a nadie, que ejerce su vida y su sexualidad y su pasión al límite, en lugar de pasar de mano en mano como una mercancía ávida e interesada, pero pasiva: pero a esta percepción ha contribuido, probablemente, la prestación de Giuseppina Piunti como Carmen, carente quizá de las necesarias gravedad y fuerza. En esta misma visión de la mujer como una fuerza primitiva y radicalmente lejana, casi animal, para Bieito los pilluelos no son niños que juegan a ser soldados, sino niñas que juegan a ser futuras cigarreras, aportando a la textura sonora de la ópera unos timbres que poco tienen que ver con las voces de jóvenes varones, pero en fin, nada grave; y ahí está la pequeña Carmen, la niña que acompaña en todo momento a Frasquita y Mercedes y los contrabandistas, que con su indolente y constante contemplar y deambular es, en el momento en que se resiste a admitir que le calcen unos zapatos en sus pies desnudos, la verdadera única Carmen rebelde de la función: la que todavía no admite encierros, ni estereotipos, ni disciplinas. Tristemente, ya se irá apagando. Acabará o doblegada, o muerta. Bieito también crece y evoluciona con la función.

Por lo demás, las soluciones escénicas del director teatral son hermosas y en algunos momentos deslumbrantes, como en el acto cuarto, y han proporcionado al público de ABAO un espectáculo vital que en conjunto merece la pena, un hecho teatral de alto nivel, un producto coral más que estimable y de los que se recuerdan; mientras que, por el contrario, se hace muy difícil recordar algo de otras recientes representaciones de este título muy inferiores como teatro, e igualmente olvidables musicalmente. El reto, si ABAO persevera en este su particular “Tutto Carmen”, será mantener en una próxima cita el interés de esta producción sin el recurso de reponerla.

Jean Yves Ossonce fue un buen concertador, atento a los matices y saltando con olímpicas prestaciones sobre los tópicos que con tanta frecuencia asolan la partitura de Bizet: usó la batuta como pértiga, algo hoy imprescindible en Carmen, y como bastón, lo que se antoja imprescindible en esta Carmen bilbaína vocalmente asediada por golpes de mar y zozobras, aunque felizmente no naufragada. Giuseppina Piunti vocalmente muy justa, pero esforzada y eficaz como actriz, sólo faltaba, y acogida con pocos y corteses aplausos en su celebérrima habanera, pero confiándose y ganando altura a lo largo de la representación, algo común a todo el elenco, hasta culminar una función digna e incluso meritoria, aunque siempre estuvo temerosa e incierta en los agudos, y evidenciando una zona grave de escasa consistencia; Aquiles Machado, un fiable y solícito todoterreno al que ABAO debe erigir pronto un monumento como noble y heróico bombero predilecto, inició su actuación casi escondiéndose en el falsete, impostado, pero también evolucionó y se fue abriendo y fue a más, marcando un firme paso adelante en el aria de la flor, uno de los mejores momentos de la noche, y terminando a un buen nivel vocal y escénicamente espectacular. Un Don José mejor de lo esperado, francamente, pero no un gran Don José.

El Escamillo de Carlos Álvarez fue comedido, muy controlado en todo momento y conducido lejos de cualquier posibilidad de riesgo; fue un Escamillo suficiente, eficaz y conservador, algo especulador, elegante pero sin garra ni fuerza y, como fue la norma con el resto de los cantantes, actoralmente impecable, pero se podía esperar más. Maite Alberola cantó con mucho gusto su Micaela, un papel que se diría poco interesante a ojos de Bieito, que sencillamente no favorece su lucimiento en el escenario. Alberola cantó muy bien, con delicadeza y gusto, componiendo una Micaela de intenciones y sentimientos puros, sin dobleces morales, aburguesada tópicamente por Bieito en contraposición con un (tópico) lumpen que sí le atrae, porque aporta la columna vertebradora de su visión de la escena; totalmente fuera de esa columna Micaela estaba naufraga, o huérfana, o dejada de la mano de Dios, como se quiera expresar, vestidita ella de domingo, y esa patética incapacidad para siquiera ser vista por su amado fue el espacio impuesto por Bieito y delicadamente asumido por Alberola para crear a Micaela. A mi me encantó su lectura frágil, empequeñecida, humilde, y esa forma emotiva y desolada de cantar tal situación, como quien recita una plegaria: en la ópera muere Carmen, claro, pero de hecho la muerta es Micaela, la que no sabe vivir.

En el resto del elenco, Elena Sancho estuvo fantástica como Frasquita, cantando y actuando muy bien, con gran presencia, e Itxaro Mentxaka lució como Mercedes, dominando la escena y entregada a su papel. Bravas ambas, magníficas como engranaje del teatro y notables en conjunto. De Zuñiga poco para recordar, ni siquiera apostaría a que se haya cantado realmente ese papel en el Euskalduna, aunque los programas hablaban de un cantante sobre la tarima; los demás bien, la Sinfónica de Euskadi muy bien, dulce y amable, aunque con algunos calvarios y sufrimientos en los metales, y los coros con calidad y con una gran entrega escénica, al igual que los figurantes. Las niñas de la Coral de Bilbao estupendas,  pero niñas en su totalidad quizá por razones que me merecen el mismo respeto y me producen la misma fatiga que el pecio del Titanic.

Hay que concluir este comentario recordando que, coincidiendo con las fechas de las representaciones de este título, se ha hecho público que la ABAO se ve obligada a replegarse y pasar de siete a cinco títulos la próxima temporada. Da que pensar que ni siquiera estuvieran firmados los contratos para los títulos de septiembre y octubre, pero no cabe sino solidarizarse con esta notable asociación-empresa y desear que pronto pueda recuperar su pleno pulso. Los aficionados y desde luego los socios probablemente entiendan que es momento de postergar los empeños titánicos y replegarse hacia otro modo mas modesto y quizá realista de seguir adelante. En este periodo delicado, buena parte de la responsabilidad recaerá sobre Cesidio Niño, recién nombrado nuevo director artístico de la Asociación, que merece y precisa toda la confianza y toda la suerte para buscar el maná en una ingrata travesía. Ánimo para él y toda la suerte a la ABAO.

ABAO-OLBE Carmen 2014. ©E. Moreno Esquibel

ABAO-OLBE Carmen 2014. ©E. Moreno Esquibel

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2014– http://wp.me/Pn6PL-3p