Buscaba alguna imagen de Richard Strauss en su madurez, para ilustrar una crítica que he escrito de un concierto que incluía sus Cuatro últimas canciones y que publicaré aquí en mi blog cuando salga en Mundoclásico, y he encontrado esta fotografía:
La fotografía pertenece a un particular, y en ella se reconoce fácilmente en el centro a Richard Strauss. A su derecha, Herbert von Karajan. A su izquierda, Heinz Tietjen. Creo que la fotografía merece un comentario. Es conocido que Richard Strauss sobrevivió a la derrota de la Alemania nazi, e incluso se conocen detalles relativos a su amabilidad con los soldados norteamericanos que «liberaron» su casa en Garmisch-Partenkirchen, Baviera, en 1945. Existe alguna fotografía suya con Goebbels, y no hay duda de su capacidad para adaptarse a los distintos tiempos políticos con independencia de sus propias preferencias profundas, que probablemente sigan siendo indescrifrables. Pero lo cierto es que su simpatía con el régimen nazi o su olímpica (y criticable) indiferencia e inviolabilidad no son lo que más me interesa de esta foto.
Heinz Tietjen es el menos conocido de los tres retratados. También él sobrevivió y largamente a la derrota de la Alemania nazi. Nacido en 1881 en Tánger, falleció en 1967 en Baden-Baden. Además de como director de orquesta, Tietjen es conocido como director de distintos teatros alemanes, siendo director artístico del Bayreuther Festspiele entre 1931 y 1944. En 1947, fue calificado como «oportunista» en el proceso de desnazificación, pero un año después volvió a su responsabilidad como director de la Deutsche Oper Berlin y unos años después fue nombrado director artístico de la Hamburgische Staatsoper, entre 1955 y 1959. Antes de morir recibió notables reconocimientos oficiales por parte de la República Federal de Alemania. En una entrevista concedida a Alexander Werner cuando era casi centenaria, su esposa Liselot Tietjen mantenía: «Mi esposo vivía sólo para el arte y se resistió a la influencia de los nazis». Naturalmente, la viuda Tietjen sostenía que, desde su posición privilegiada, su esposo pudo salvar muchas vidas y ayudar a mucha gente. Esa melodía está entre las más entonadas por los supervivientes del régimen nazi que habían disfrutado de una posición privilegiada con Hitler. Cuenta también la viuda Tietjen que su esposo fue invitado por Erich Kleiber en 1935 a abandonar Alemania y viajar a Argentina para implantar una ópera que tuviera como modelo la Staatsoper Unter den Linden. Heinz Tietjen rehusó. Dice su viuda: «Mi marido no quería abandonar a sus músicos y todo el personal. Él dependía demasiado de su ópera». De modo que Tietjen permaneció en la Alemania nazi en virtud de su gran humanidad. Como tantos.
Pero, ¿y el joven Karajan? Eludiendo el interminable debate sobre sus simpatías e intereses con los nazis, lo curioso de la fotografía es que fue empleada como portada de un disco grabado por Herbert von Karajan entre junio y septiembre de 1944 con la Preussische Staatskapelle Berlin, la hoy Staatskapelle Berlin. El disco es una Sinfonía número 8 de Anton Bruckner que contiene los movimientos 2 y 3, ambos registros monoaurales, y el 4, el primero grabado por Karajan en sonido estereofónico. Al parecer, no se conservó registro del primer movimiento -o no se realizó, cosa improbable-. Para la portada, los diseñadores sencillamente borraron de la fotografía al gran Strauss. Creo que la portada del disco constituye todo un completo retrato, uno más, del joven y portentoso Herbert von Karajan. La misma fotografía fue utilizada por el sello High Definition Nostalgia para el álbum The early recordings 1939-1940. Pero es posterior a esos años.
©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2012-2015– http://wp.me/Pn6PL-3p
Menudo trío. Heinz Tietjen fue la mano derecha de Winifred Wagner en Bayreuth. Antes del nazismo tengo entendido que era socialdemócrata. Hitler era muy pragmático para estas cosas. Asesinaba a los homosexuales, pero si un tenor lo era y además era du favorito hacia la vista gorda aunque su mejer fuera judías, la del homosexual, se entiende. Es el caso del «Siegfried» ideal del dictador. También estaba por ahí un tal Praetorius formando trió con la señora y el caballero hetero. Hicieron las delicias del III REich y se rumorea que algún tipo de relacion sexual hubo entre ellos. Goebbels estaba que trinaba porque Winifred tenía bula de Hitler y no9 podía meter mano como le hubiera gustando. En un periódico británico leí que sí que era cierto que el terceto salvó a unas cuantas personas: homosexuales, judíos, izquierdistas… incluso una sobrina de Thomas Mann. Eso sí, si vemos la peli de Syberberg queda claro que Winnie fue nazi hasta la muerte, enamorada de Adolf, que no daba la talla como «ario» pero tenía eso que llaman «erótica del poder», que en su caso era el amor platónico quizá por algún tipo de disfunción orgánica.
El señor K. que diría Furtwängler fue un oportunista de aquella manera. Se afilió dos veces al partido nazi. Una en Austria y la otra en Alemania. A diferencia de Furt, él no se negó a dirigir en los países ocupados. Su mujer era judía. Coss que pasan. Pasados los años y olvidados los Juicios de Núrenberg, este señor se hizo prácticamente el dueño y señor de la RFA. Un periodista le acusó de nazi. Lo demandó ante el juez por difamación, pero se tuvo que callar la boca cuando el periodista esgrimió un carnet nazi donde ponía: «H. von Karajan». Menudo pájaro.
Finalmente, Strauss mantuvo una posición ambigua. Empezó mostrando su admiración por los nazis. Era bávaro, con dinero y no hacía mucho se había proclamado la República Socialista Soviética de Baviera. Peligro para su inmensa fortuna. Cometió la ruindad de firmar un escrito junto a otros – Kna, p.e.- en contra de Thomas Mann por «antialemán y haber manciallado a Wagner», es decir, que era demócrata a diferencia del autor de Salomé. Fue condecorado para dirigir la Cámara del Reich de la Música, pero cayó en desgracia al descubrir la Gestapo una carta que le envió a su libretista judío, gran escritor que acabaría suicidándose en Brasil con su esposa. En la carta, el ingenuo vejestorio decía algo así como que lo que importa es ser buen músico y no ario o de otro grupo, poniendo a Mozart como testigo. Este señor, que compuso el Himno Ol´ñimpico nazi, tenía un hijo nazi y la nuero y nietos judíos. Se pasó esos años defendiéndolos. Podía hacerlo ya que contaba con amigos nazis importantes. En cierta ocasión su nuera y nietos fueron a parar a un campo de concentración. En persona se presentó en la puerta y dijo: «Soy Richard Strauss, el autor de Salome y Rosenkavalier…» ni caso. Más tarde serían liberados. Y ya termino, cuando los americanos aparecieron en su lujosa mansión de lso Alpes bávaros soltó el mismo rollo… y funcionó. Unos de los soldados era oboista. A él dedicó su hermoso concierto para oboe. También son de esta época los famosos Cuatro Últimos Lieder, mi ciclo favorito dentro del género. Hay un detalle que equipara a Strauss con el fascista – que lo era – de Puccini. Ambos se dirigieron a los respectivos dictadores para pedir que se respetara el copyright. El dinero es el dinero , y el resto…viento.
Saludos.
Regí
PD. Espero con gusto su crítica de los Cuatro Últimos. Me encantan en extremos. Me pongo a escucharlos y no puedo parar. Este fin de semana tengo otro ciclo estupendo, en francés, Les Nuits d’Éte de Berlioz
Muchas gracias Regí por el comentario y por la información, a disfrutar de Les nuits d’été. Un cordial saludo.
Gracias a ti por tu amabilidad.
Agur.