Sergei Prokofiev y Sergei Eisenstein

Sergei Prokofiev y Sergei Eisenstein
Foto: extraída de la web, sin referencia encontrada a autor o archivo

Leyendo sobre la crisis ruso-ucraniana y la situación en Crimea he recordado esta «nota sobre la traducción de «Alexander Nevsky» (creada para el programa del concierto) que escribí en junio de 2010. La BOS iba a interpretar esta obra  de Prokofiev con el Orfeón Pamplonés y Günter Neuhold y para aquellos dos conciertos hice un montaje audiovisual con imágenes extraidas del filme de Sergei Eisenstein que se proyectó, de forma sincronizada, sobre una gran pantalla situada sobre el escenario del Euskalduna Jauregia. Trabajé codo con codo con Pablo Suso, de la BOS, y por su parte Luis Javier Pérez -responsable de comunicación de la orquesta- se encargó de programar las imágenes para que fuera posible sincronizarlas desde cabina, donde Suso trabajaba con la partitura. Por su parte la empresa Suministros de Imagen elaboró y retocó como patrocinadora varias decenas de fotogramas, lógicamente esenciales para editar este trabajo. El resultado fue francamente estupendo. Hay una web en la que se explican pormenorizadamente algunos aspectos técnicos del montaje: http://www.suministros.net/visualnevsky/

Han transcurrido casi 800 años desde los acontecimientos que encumbraron a Alexander Nevsky como uno de los héroes nacionales rusos. A la vista de los acontecimientos, añadiría a mi análisis de entonces una hipótesis nueva: que Eisenstein y Prokofiev quisieran decir al mundo que, por encima de los protagonistas, las ideologías y las razones de las confrontaciones, hay pueblos umbilicalmente unidos al sufrimiento y la lucha, el derecho a defenderse y sobrevivir o la llamada atávica a imponerse y conquistar y, en definitiva, a ser portadores o víctimas de la barbarie y arcilla y polvo para unos y otros zares: a veces los propios, a veces los de otros. Ahí están desde siempre esos pueblos, condenados como Sísifo a repetir sus idas y venidas a lo largo de una historia que parece inagotable.

En fin. Este es el texto de 2010. Las analogías con la actualidad son, sin duda, palmarias. 800 años no son nada.

Fotograma del filme "Alexander Nevsky" ©Suministros de Imagen, Bilbao, 2010

Fotograma del filme «Alexander Nevsky»
©Suministros de Imagen, Bilbao, 2010

“Peregrinus expectavi pedes meos in cymbalis”

NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN, Joseba Lopezortega

Se decidió no traducir la frase que encabeza esta nota y que repetidamente cantan los caballeros teutones por una razón: no es traducible. De hecho, es ininteligible, lo que ha dado lugar a distintas teorías.

Una se refiere a la aversión de Prokofiev hacia Stravinsky, quien unos años antes (1930) había compuesto la “Sinfonía de los Salmos”. Las palabras que componen el texto de los teutones se encuentran, en efecto, repartidas en distintos Salmos, entre ellos los empleados por Stravinsky. Los címbalos, por si mismos, son uno de los instrumentos citados en varias ocasiones en el Antiguo Testamento. Pues bien: coligir de esa coincidencia la existencia de un criptomensaje de Prokofiev contra Stravinsky es como aseverar que los platillos volantes visitaron la tierra en época precolombina porque algunos de los grafos mesoamericanos parecen platillos voladores. En nuestra opinión, es una teoría poco sustentada.

También se ha dicho que Prokofiev, atento como es lógico a la música, despojó el canto de los teutones de cualquier valor semántico para evitar que un significado concreto restara protagonismo a su lenguaje músical. Lo significativo, en todo caso, es que este “veto” a la inteligibilidad lo empleó sólo con los teutones, no con los rusos, que cantan coherentemente a lo largo de gran parte de la Cantata.

Tanto el compositor como el cineasta Sergei Eisenstein presentan a las huestes teutónicas como un engranaje bélico deshumanizado. Una de las pocas ocasiones en que se muestra un rostro de soldado teutón es en la secuencia del hundimiento en el Lago Peipus –por eso se seleccionó el fotograma y tiene cierto protagonismo en el final de “La batalla sobre el hielo”–. Esta visión de los soldados como máquinas, como robots destructivos, se subraya en la propia Cantata si se considera que, más allá del “Peregrinus…” cantan sólo dos frases: “Vincant arma crucifera» y ¡Hostis pereat!”. ¿Cómo lo cantan? A modo de engranaje mecánico, evocando los pistones de un motor: un sonido industrial, acelerado, metálico.

En esta línea, quizás lo que Prokofiev quiso significar empleando el enigmático “Peregrinus…” es la sinrazón y el sinsentido de la ideología católica romana y la antigua tradición judía: hombres que asesinan mujeres y niños y arrasan pueblos y ciudades cantando consignas hueras y estériles, parte de un credo que nada significa a los ojos del poder estalinista, y que mueve a la destrucción y al horror en nombre de una fe irracional (¡intraducible!), supersticiosa. Stalin todavía tardaría más de dos años (enero de 1942) en sacar en un noticiario oficial, por vez primera, un fragmento filmado de una misa celebrada por el rito ortodoxo. Es dudoso que, en 1939, año de composición de la Cantata, le hubieran podido satisfacer más unos Salmos reales que su sarcástica parodia.

Dicho esto, sólo añadir que la opinión inicial de Pablo Suso, ofrecer los textos sólo en latín, se demostró la opción más sólida, y es la que se adoptó.

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2014 · AVISO LEGAL