Marin Alsop dirige a la Baltimore Symphony Orchestra. Foto: © Chris Lee

Marin Alsop dirige a la Baltimore Symphony Orchestra.
Foto: © Chris Lee

 

Marin Alsop ha mostrado a lo largo de su carrera varias constantes. Una, su inclinación hacia la música contemporánea. Otra, su tesón para ir ascendiendo peldaños en una carrera, la de director de orquesta, dominada de forma terca y amurallada por el cromosoma XY: un gueto masculino. Probablemente su primera responsabilidad reseñable sea haber dirigido la Colorado Symphony Orchestra entre 1993 y 2005. Por si los lectores europeos de este blog sienten la tentación de pensar que Colorado es una sinfónica poco importante, hay que recordar que tiene ahora como director titular a Andrew Litton, un maestro bien conocido, y que es en realidad la sucesora de la Denver Symphony, una histórica desaparecida por problemas financieros por la que a lo largo de los años pasaron como directores, entre otros, Vladimir Golschmann o Philippe Entremont [Golschmann había sido con anterioridad director titular de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, quizá el maestro de mayor proyección en la historia de la BOS junto con Frühbeck de Burgos]. Es decir, una orquesta perfectamente sólida y enraizada a la que llega como directora una mujer por ser directora y además muy buena. Marcar con una doble equis un podio de una formación sinfónica en 1993 tenía mucho mérito. Baste recordar que, como escribíamos en la primera entrega de este tríptico, más de veinte años después existen maestros que cuestionan la capacidad de las mujeres para dirigir. Uno de ellos el excelente y veterano maestro ruso Yuri Temirkanov, que dió paso a Alsop en la titularidad de la Baltimore Symphony Orchestra en 2007. Este salto a una gran formación norteamericana catapultó a Alsop a la fama internacional, situándola frente a orquestas como Royal Scottish National Orchestra, City of London Sinfonia y  Bournemouth Symphony Orchestra. La revista Gramophone la escogía artista del año en 2003 y alcanzaba la titularidad de Sinfónica de Sao Paulo en 2012. En 2013 fue la primera mujer en dirigir la mítica cita londinense Last Night of the Proms de la BBC. Hay que escuchar sus palabras de agradecimiento para la excepcional audiencia del Royal Albert Hall (https://www.youtube.com/watch?v=o9Lxk7LRiBI a partir del 5:30) en la histórica cita. Emocionante, directa, incomparablemente mas lúcida que algunos a quienes no es necesario citar. También interesa escuchar https://www.youtube.com/watch?v=yVP8CJzVe5U que incluye una interesante entrevista con la Maestra. Por lo demás, todo este largo párrafo encuentra fácilmente sus referencias sin salirse demasiado de la wikipedia.

Yuri Temirkanov dirigía la Sinfónica de Baltimore como sucesor de David Zinman; ya era titular de la Filarmónica de San Petersburgo desde una década antes, cuando sustituyó al mítico Yevgeni Mravinski. Escuchar a Temirkanov con la San Petersburgo es desde luego maravilloso, pero su legado discográfico es eminentemente conservador, tanto como sus aseveraciones sobre las mujeres directoras. Así, mientras Temirkanov grababa Grieg, Ravel, Chaikovski, Rimsky-Korsakov, Dvorak, Vivaldi (!) y alcanzaba a Prokofiev o Shostakovich, en algunas -hay que decirlo- grandes lecturas con la orquesta de la ciudad del Nevá o la Royal Philharmonic, Marin Alsop hurgaba en otros espacios algo menos transitados y que constituyen el gran centro de su producción en Baltimore y con algunas otras orquestas, como obra de los compositores norteamericanos Barber, Bernstein (los Chichester Psalms, presentes por cierto en su noche en los Proms, su apabullante Mass o Candide), Copland, la ópera Nixon in China de John Adams (con la Colorado), John Corigliano, Kevin Puts (imprescindible Sinfonía nº 4), Mark O’Connor, Michael Torke, Philip Glass; también compositores de otras nacionalidades y periodos como Turnage, Bartok o Takemitsu, Brahms, Dvorak o Mahler, naturalmente. Pero el centro de su atención, de su aguda inteligencia musical (y en esto no está sola: son varias las directoras comprometidas en arriesgar en su repertorio algo más que muchos de sus renombrados y conservadores colegas masculinos, como veremos en el movimiento «Coral» de esta serie), está en arriesgar en favor del repertorio menos popular y, en principio, mas alejado del cálido y entusiasta público que abarrota el Royal Albert Hall o la cita anual Waldbühne de la Berliner, o tantos otros necesarios (¿pero realmente fructíferos en términos de nuevos públicos?) pops.

En todos estos registros Alsop es cuanto menos destacable. Su Concierto para violín de Barber con James Buswell y la Royal Scottish National Orchestra es a mi juicio referencial, por comedido, riguroso y sereno, y gustará a quienes quieran huir de la grandilocuencia y simpleza con que muchas veces se interpreta; su ciclo de las sinfonías de Brahms con la London Philharmonic hay que escucharlo con merecido detenimiento; pero quizá donde se encierran mas claves, quizá por mi propia inclinación hacia este compositor, sea en la trillada, visitadísima y difícil Primera de Mahler, grabada con su orquesta, Baltimore. Movimiento por movimiento es fantástica, en muchos sentidos antagónica respecto a la Titán de Bernstein con la NYPO, por poner un ejemplo representativo. Es ante todo una lectura de alguien que percibe en la Sinfonía una primera gran obra de un hombre joven y de descomunal talento, y evita producir con ella su propia tesis acerca del compositor, problema que aqueja crónicamente a esta obra, alcanzando niveles de auténtico maltrato manierista, y que asola inevitablemente al conjunto de la producción mahleriana, banalizándola. Así, Marin Alsop no es grande y absolutamente destacable como pionera o ariete de su género en la profesión, sino en un plano de perfecta igualdad con cualquiera de sus colegas (el tercer movimiento es soberbio). Y manifiesta, además, que pertenece plenamente al siglo XXI, mientras que Temirkanov es el perfume exquisito y musicalmente abrumador, vale, de un siglo perecido. Son el contraste entre un esplendoroso vestigio y un futuro en el que la Clásica debe afrontar riesgos y renovaciones profundas. Baltimore disfruta de una gran Maestra, pues Baltimore con Alsop no sólo reproduce: produce. Signicativamente, el programa de despedida de Temirkanov en la orquesta de una ciudad cuya área metropolitana equivale grosso modo a la población de Euskadi, fue la «Resurrección» de Mahler. La crítica la ensalzó. En realidad, aquella noche se cerraba un libro y se comenzaba a escribir en un cuaderno. Una transición sin retorno y realmente apasionante.

 

Próxima entrega: “Marin Alsop en tres movimientos, 3: Coral”

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2014– http://wp.me/Pn6PL-3p