Facebook se encarga de proporcionar una especie de vídeo resumen del año, y despues de ver unos cuantos me ha parecido adecuado tomarme la molestia de hacer un recorrido por 2016, destacando lo que me ha parecido más relevante de todo lo que he comentado en redes.
La muerte de David Bowie me consternó el 10 de enero hará un año. Para mí Bowie tenía cierto aura de inmortalidad; quizá por su potencia y clase emitiendo personaje se antojaba improbable que por debajo tuviera vida un organismo capaz de fallar de modo prematuro y definitivo. Un artista total.
Pierre Boulez había muerto sólo 5 días antes. En este caso mi percepción fue la contraria: me parecía un milagro que un ser tan frágil pudiera soportar tan decisiva y versátil arquitectura musical y su rendición era esperada. Recuerdo con admiración el gran trabajo que hizo la revista Mundoclasico con motivo de su muerte.
También en enero anticipaba que la capitalidad cultural de Donostia 2016 iba a pasar desapercibida. Creo que así ha sido. Si el Informa PISA lanza una sombra de duda y cierta zozobra sobre la calidad del sistema educativo vasco, el notorio fracaso de conjunto de Donostia 2016 debiera servir para reflexionar y a fondo sobre el sector de la cultura.
En febrero anunciaba su disolución la Asociación Musical Alfredo Kraus, AMAK. Esa pérdida se unía a la reciente desaparición del concurso de canto de Bilbao. Que un sector con manos frágiles pierda dos dedos es preocupante, aunque en estos casos las causas puedan ser familiares (que no comunes). Con AMAK pude colaborar los dos últimos años escribiendo notas a sus programas, y en el concurso hice la regiduría las dos últimas ediciones, de modo que sentí esos borrones de forma estrecha y personal.
Umberto Eco murió en febrero. No sabría medir el alcance global futuro de esta orfandad, es decir la importancia que el tiempo le deparará, pero en lo que a mí respecta Eco fue crucial y su muerte me dañó, me llegó hondo. Uno de los pensadores más importantes en mi vida.
Vida. Vicente Olmos me invitó a escribir unas notas para el libreto de su disco «Playing Opera». Disfruté mucho y le estoy muy agradecido. El disco es muy bueno, Olmos es un excelente instrumentista y estaba acompañado de una pianista a la que aprecio sin fisuras, Itziar Barredo.
En primavera me sentí feliz con dos nombramientos musicales: Jaap Van Zweden en la New York Philharmonic y Mirga Gražinytė-Tyla como titular de la City of Birmingham Symphony Orchestra. Gražinytė-Tyla es una muesca más en la gozosa llegada de las mujeres a los grandes podios orquestales.
Cuba. Concierto de The Rolling Stones y unos meses después un capítulo de la historia del S.XX que se cierra y que ni he citado ni deseo citar.
Zaha Hadid, otro gran nombre propio femenino, otro deceso. Hadid decía un tiempo antes en una entrevista en El País: “El Guggenheim [Bilbao] abrió la puerta. Tenía que abrirla un hombre. A mí no me hubieran dejado. Por eso estoy agradecida. Gracias a ese proyecto he podido construir”. Para reflexionar.
En abril llegaba a casa Haru, nuestra pequeña y sensible schnauzer. Haru es maravillosa, se ha integrado perfectamente a nuestra vida familiar y poco a poco vamos profundizando nuestra amistad. Como una abrimadora mayoría de perros, da mucho más de lo que quita… Aunque pensándolo mejor: ¿qué es lo que quita? Nada. La sociedad quizá deba avanzar en el trato amigable hacia los animales. De modo que, más que restar, Haru reclama: pasear con ella es portar una pancarta de belleza y evolución.
El mismo mes escuché dirigir por vez primera a Robert Trevino, que unos meses después era nombrado director titular de la Sinfónica de euskadi. Trevino disparó en positivo todas mis alertas con una número 7 de Bruckner más que convincente. Deseaba que alcanzara la titularidad, y ahora hay que ver si cuaja en una responsabilidad que no se adecúa a excelentes directores invitados.
Mayo. El musulmán Sadiq Khan, alcalde electo de Londres. Un indicador de las diferencias que median entre el voto de las grandes ciudades y el de medios rurales en una sociedad como la inglesa, y quizá en todo el mundo occidental. Cuando me felicitaba por su elección, Lucía Martínez Odriozola puntualizaba: «A mí me preocupa que la religión sea determinante para la eleccion de un candidato. Las creencias no deberían abandonar el ámbito de la intimidad». Es verdad, no deberían.
En junio el club Pulse de Orlando vivió un atentado homófobo terrible. Sentí una quemazón en la médula. En el mismo mes, Gran Bretaña se decantaba por un estrecho margen a favor del abandono de la Unión Europea. La decisión de los votantes británicos se vivió como un duelo por parte de muchos europeos, y los resultados pusieron en incomprensible tela de juicio el valor del voto de los ancianos. Meses después de la crisis parece que todo se limita a una gestión cuidadosa de los tiempos.
Niza, en verano. A medida que avanzo por 2016 constato que la muerte tiene una presencia ignominiosa en mis intereses. Pero la primera línea de defensa frente al terror es el estupor. El Paseo de los Ingleses fue un paso más en la exposición de la barbarie. Mientras nos quede indignación, hay esperanza.
También en verano llegaron los pokemon, un brillante ejercicio de marketing a escala global. Parece que la insistencia con este juego invasivo ha remitido, pero sufrimos varias semanas en las que los pokemon machacaban sin piedad desde distintos frentes. Como una réplica dulce a esa pesadilla, me deleité en las mismas semanas estivales con las películas El recuerdo de Marnie, de Hiromasa Yonebayashi y El cuento de la princesa Kaguya, de Isao Takahata, esta realmente maravillosa.
También en verano, el Festival de Lucerna reivindicaba de forma atronadora a un buen número de excelentes directoras de orquesta: Marin Alsop, Mirga Gražinytė-Tyla, Anu Tali, Susanna Mälkki, Elim Chan, Konstantia Gourzi, Maria Schneider y la soprano y directora Barbara Hannigan. Lucerna en agosto era el lugar soñado en el que hubiese querido estar.
En los los JJ.OO. de Río de Janeiro sobresalió una vez más Usain Bolt. A mí me parece un maleducado. Hecha esta salvedad, disfruté muchísimo de los Juegos, o para ser más preciso: del atletismo en los Juegos.
Ya en septiembre, los vascos elegíamos parlamentarios y estaba en juego la presidencia del Gobierno Vasco. Se impuso el Partido Nacionalista Vasco, con Iñigo Urkullu refrendado por las urnas como lehendakari. Un hombre tranquilo y dialogante. En el colegio electoral, todavía bajo los efectos de la mencionada campaña de marketing del verano, creí leer en un cartel «Elkarrekin Pokemon», cuando realmente decía «Elkarrekin Podemos» [Juntos Podemos].
También en otoño, el PSOE escribía un guión penoso protagonizado por una flagrante carencia de capacidad política, mientras que el dontancredismo de Mariano Rajoy acababa dejándole en La Moncloa. En Estados Unidos se imponía Donald Trump, augurando un periodo en el que será un disfrute contemplar cómo funcionan los contrapesos en el país más decisivo del mundo, y un pasaje a la incertidumbre seguir sus pasos en materia internacional.
Aquí lo dejo. Espero no tener que añadir ningún sobresalto a modo de postdata. Añadiré que muchas de las personas con las que interactúo en facebook han contribuido a que mi año haya sido mejor, mucho mejor de lo que hubiera sido sin ellas. A todos, gracias.
Postdata 21 de diciembre
En estas fechas: atentado contra coptos en El Cairo, atentado en Berlín, asesinato del embajador de Rusia en Turquía, tremenda explosión en una pirotecnia en México.
Postdata 27 de diciembre
Accidente de aviación en el que mueren decenas de integrantes de los Coros del ejército de Rusia, que tantas veces escuché de niño; muerte de Carrie Fischer, que tan hermosa y serena estaba en El despertar de la fuerza. Y leo en la prensa que no sólo mi resumen amontona muerte: en efecto ha sido un año con muchas muertes notables.