Simon Rattle. Fotografía: Teatro Real, Madrid. ©Javier del Real

Simon Rattle. Fotografía: Teatro Real, Madrid. ©Javier del Real

Que se iban a vivir fechas de fuerte movilidad en el mundo de la titularidad de las orquestas sinfónicas de primera línea mundial era sabido. Se sabía, por ejemplo, que Sir Simon Rattle no iba a seguir en Berlín, y hoy sabemos que sucederá pronto a Valery Gergiev como titular de la Sinfónica de Londres, LSO [cuestión colateral, o no tanto: ¿a dónde irá el incansable Valery Gergiev, al margen de su muy probable continuidad en el Mariinsky y de su trabajo en Munich?] Se sabía que eso dejaba vacante la dirección de la Berliner Philharmoniker, y que esa codiciada plaza sigue abierta. Andris Nelsons se ha quitado de esa carrera, al optar con mucha inteligencia por la Sinfónica de Boston –tiempo tendrá de llegar a Berlín si así lo desea en otro momento de su vida–, y Dudamel y Thielemann son los principales nombres en el cortejo, aunque puede amanecer tranquilamente desde cualquier otro punto cardinal: la BP hace que sean los soles los que giren alrededor de la Tierra. Alan Gilbert no sigue en la New York Philharmonic, ni Jansons en Concertgebouw, que ya ha anunciado a Daniele Gatti como su sucesor. Las oportunidades que se abren son muchas y fascinantes, y el encaje de todas estas piezas y el de otros importantes maestros y formaciones marcará las próximas dos décadas del mundo sinfónico. Un apunte: me encantaría que Marin Alsop, que colabora habitualmente con ella, fuera la primera mujer titular de la NYPO. Sería un paso adelante decisivo en la modernización del mundo sinfónico, y algo muy coherente con la ciudad y la orquesta. Y, desde luego, con la categoría de Alsop.

La sensación que deja el paso de Simon Rattle por Berlín es de cierta falta de encaje. Realmente ha producido mucho y con muy buena calidad, pero no se ha transmitido un grado de perfecta compenetración entre orquesta y maestro, quizá (subrayo quizá, que doctores tiene la Iglesia) por razones empresariales y no artísticas. Rattle y Berliner han editado con Warner Classics, en cambio Thielemann o Dudamel son artistas Deutsche Grammophon, como lo fue von Karajan, ¿alguien opone al triángulo Karakan, Berliner, DG otro de un valor comparable en la industria musical?

La London Symphony edita con su propio sello, LSO. Su estela de ediciones es sensacional, incluyendo grandes registros de Valery Gergiev, dicho sea sin vacilación. E inglaterra es la casa de Simon Rattle. El binomio LSO, Rattle puede producir grandes registros y puede, además, devolver a la orquesta a su tradicional sonido, personalísimo e influido por una nómina de titulares extensa y muy internacional. Ahí han trabajado Elgar, Beecham o Colin Davis pero también Nikisch, Mengelberg, Krips, Abbado o el propio Gergiev; no se trata de un sonido inglés, entendido en términos nacionalistas, sino de un sonido LSO, de enorme calidad y marcado por la diversidad y la pluralidad derivadas de una concepción global del mundo sinfónico. Todo lo contrario que en otras orquestas de primera fila internacional, dicho sea de paso, incluyendo desde luego las grandes formaciones rusas.

La llegada de Rattle a la London Symphony es por tanto una muy buena noticia. Rattle es un maestro de una calidad sensacional, y creo que con la LSO va a volar alto y libre. Merece la pena escuchar sus grabaciones, y también deambular por Youtube viéndole trabajar para atraer hacia la música clásica a niños y jóvenes, como en una maravillosa Consagración. Por lo demás, se intensifica el precioso juego de encaje que vive el mundo de las grandes orquestas y batutas, y habrá que permanecer atentos porque no se dirime algo trivial, sino la construcción de un tejido importante en términos culturales y, cómo no, de valores civilizatorios asociados a la práctica de la música.

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2012-2015– http://wp.me/Pn6PL-3p