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«El sacerdote que sale poco de sí se va convirtiendo en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor ya tienen su paga, y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres”
Papa Francisco, 29 de marzo de 2013

 

Un amigo me llamaba ayer la atención sobre este fragmento de una reciente homilía del papa Francisco y el modo en que se acomoda a la perfección no ya a los sacerdotes que han mutado en gestores, sino a los intermediarios y gestores ajenos al sacerdocio, aquellos que han hecho carrera de camuflarse en la penumbra para permanecer gobernando desde un mullido sillón de poliéster gris (gris sucio) al que jamás soñaron llegar, y para el que frecuentemente no están preparados. Acceden al poder, en cualquier escala, desde la especulación y la sumisión, lamiendo la mano que les da de comer. No disienten, sólo asienten. Son dóciles, siendo la docilidad un enemigo tenaz de la mejora. Se les encarga el cuidado de un jardín y lo podan y roturan para que los pájaros no aniden, porque nadie les ha dicho que los pájaros y sus cantos estén dentro de sus responsabilidades. Así acaban con el jardín, claro, pero creen haber cumplido porque han evitado que los pájaros cantaran. Viene al hilo lo que decía Oskar Lafontaine sobre las “virtudes secundarias” alemanas, entre ellas el sentido del deber: “para ser precisos, son las que sirven para dirigir campos de concentración» [tomo la cita casi literalmente de una crónica de Juan Gómez en El País: http://ow.ly/1U4tD3 ]

Aplicadas al dominio civil, especialmente a la función pública, las palabras de la homilía de Francisco crean un diagnóstico certero y lúcido. Cuando se habla de la excelencia y la innovación como vías para dejar atrás la crisis económica, parece soslayarse que esta posee no sólo rasgos coyunturales, sino también sistémicos, y que la endogamia partidista es al sistema político y social de una democracia lo que la endogamia vaticana a la iglesia de suburbios: las extraen del ámbito para el que fueron creadas. Llama Francisco al zafarrancho, al remango y la acción y el debate, frente a la especulación y el asentimiento y la complacencia, y lo hace hablando de la Iglesia en un sentido ecuménico, desbordando los muros de las catedrales, con palabras necesarias tanto dentro como fuera de la Iglesia. Ese es precisamente el valor de un papa, y lo que le convierte en faro para sus fieles, pero también en referencia para todos cuantos no lo son.

Pues hay muchas curias, ¿qué otra cosa es el ayuntamiento de Madrid, salvando las distancias, sino un Vaticano laico y pantanoso? Este dato se publicaba ayer en El País: «[en el ayuntamiento de Madrid] Los grupos municipales tenían en agosto 80 asesores, que costaban 3 millones de euros al año. El Partido Popular, con 31 escaños, tiene 29 eventuales; el Partido Socialista, con 15 escaños, tiene 33 eventuales; Izquierda Unida, con 6 escaños, tiene 16 eventuales; y Unión Progreso y Democracia, con 5 escaños, tiene 4 eventuales.» Coleccionistas de antigüedades, o bien de novedades, tal vez; pero pocos pastores entre tantos asesores, y poco fértiles, y entre ellos muchos expertos especuladores, dóciles y sumisos. Me temo.

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2013 – http://wp.me/Pn6PL-3p