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Publicado en Mundoclasico el 20 de noviembre de 2015

 

Bilbao, 27 y 28/10/2015. Sociedad Filarmónica. Isasi Quartet. Andrés Isasi: cuartetos 0, 1, 2, 3, 4 y 5; Scherzetto en fa menor; Preludio en la mayor “Jinete de abril”; Aria en re mayor. Aforo: 930 localidades. Ocupación: 70 %.

Se conmemoran en 2015 los 125 años del nacimiento y 75 del fallecimiento del compositor Andrés Isasi, y la Sociedad Filarmónica de Bilbao tenía varias razones para hacerse eco de este doble aniversario. La primera que, en determinadas fases de la vida y producción de Isasi, la historia de la Sociedad y la obra del músico están tan profundamente entrelazadas como un emparrado y sus vides. La segunda que contaba con un cuarteto, el Isasi Quartet, que lleva su interés por la obra del getxotarra más allá de anunciarse con su nombre, y que ha dedicado no poco esfuerzo a ordenar en el sentido más profundo sus composiciones de cámara, en particular sus cuartetos, a grabarlos con el sello Naxos y a ofrecerlos al público de Bilbao en el doble programa objeto de estas líneas. Además, el viola del cuarteto y sus restantes integrantes se han embarcado en el espléndido esfuerzo de crear un documental sobre el compositor, oponiéndose con fuerza y determinación a que el tiempo acabe devorando por completo una obra de indudable interés objetivo, pero alejada de los programas como tantas otras que parecen caer, inexorablemente, bajo el poso del tiempo, que es –este sí– incansable e inmisericorde en el intento de sepultar. Sociedad Filarmónica e Isasi Quartet han hecho, por tanto, un esfuerzo encomiable contra el curso del tiempo, pero es que la memoria fértil sólo anida en las mejores y más serias casas. Hay que transmitir a la Sociedad y al Isasi Quartet una calurosa felicitación.

El interés en la reivindicación de los cuartetos de Isasi no puede entenderse, o no sólo, en términos de proximidad o nostalgia. Los cuartetos son buenos, especialmente los primeros. El bautizado como Cuarteto número 0 por Karsten Dobers, viola del Isasi Quartet y quizá principal motor del trabajo de recuperación, y el número 1, son el producto de una mirada muy abierta al mundo, claramente interesada en lo que sucedía musicalmente más allá de los marcos estilísticos de los movimientos musicales nacionalistas dominantes en su época. La vocación de Isasi, su naturaleza quizá, son claramente otras. Le atrae la música como energía, como materia, y no como una caligrafía sujeta a determinados cánones tipográficos. El segundo movimiento del número 0, Molto lento, es esencial, puro, depurado y evocador, y un tanto fuera de cualquier posible marco, y el cuarto movimiento es cálido, bello y tierno, amable y sin dobleces, y al mismo tiempo profundamente introspectivo. Desde su primer cuarteto, Isasi se presenta como un compositor de la búsqueda, y también y progresivamente como un compositor preso de la búsqueda. No parece mirar hacia la vida a través de la música, sino que parece aspirar a la música a través de la vida. Si lirismo es, por tanto, más un rasgo personal que estilístico, o eso al menos resulta en la ejecución del Isasi Quartet: alejado de las corrientes, orillado, plantado nítidamente en el refinado corazón de Europa.

También el cuarteto número 2 es bello e intimista, y al mismo tiempo fuerte y denso, muy maduro. Andrés Isasi está depurando su estilo, y al evolucionar se va haciendo más ortodoxo, y también más fácil de exponer para el Isasi Quartet, que en los movimientos tercero y cuarto probablemente alcanzó su mejor prestación del primero de los dos programas, tanto como había sucedido anteriormente en el tercer movimiento del cuarteto número 3, extremadamente moderno en manos del Isasi.

En la segunda tarde estaban programados los cuartetos números 0 –ya comentado-, 4 y 5. El Isasi Quartet estuvo a un buen nivel en la primera parte, la única que pude escuchar antes de tener que abandonar la Filarmónica tras un sostenido esfuerzo por contener la tos a lo largo de toda la tarde. No pude por tanto escuchar el número 5, y me da pena, porque entre la grabación y el directo del Isasi Quartet existe la misma diferencia que entre recibir una cuidada tarjeta de visita o un firme apretón de manos. Ese es el valor impagable del directo, con su tacto y su mirada (los discos no miran), incluso aunque suponga encontrar algunas dificultades y asperezas en un Isasi Quartet de buen tono general, pero en un nivel distinto al de los prodigiosos cuartetos que acostumbra programar la Sociedad Filarmónica. No hay en ello nada de malo, al contrario: el Isasi Quartet es imperfecto y trabajador y esforzado, y también valiente y sólido, y en general extrajo de los cuartetos de Andrés Isasi mucha de la calidad que encierran. Es una formación de verdad, en carne y hueso, y no una milagrosa materialización angélica, que las hay aunque no abunden. No desmereció un ápice del notable tono general del aniversario de este compositor volcado en mirar al mundo y tan amenazado de quedar arrinconado por el mundo al que miró, que es tan amplio, codicioso y olvidadizo. Ahí quedan la Sociedad Filarmónica –una vez más– y el Isasi Quartet como arquitectos de un hito para la música vasca que merece ser recordado, en buena parte porque evidencia su pluralidad; siendo la pluralidad un valor de los llamados intangibles, sí, pero también un factor objetivo de enriquecimiento para una sociedad que en vida de Isasi precisó, y hoy precisa y mañana precisará, de mirar hacia otros lados tanto como hacia sí misma. Esa es la mirada de Isasi, y a ese compromiso vital responden sus cuartetos, y todo esto lo trasladó con honradez el cuarteto protagonista.