Ella, puede incluso que a sabiendas, me ha enseñado algunas cosas. Principalmente me ha enseñado a lavar y elaborar mi propia mirada sobre las mujeres, que tozuda y cómoda tiende a replegarse hacia mi vieja y arraigada visión masculina de las cosas; ella me ha enriquecido y me ha indicado la necesidad de no dejarme, de volver a mirar al mundo no sin mi velo macho, demasiada pretensión, sino constatando y sopesando la presencia de ese velo que media entre mis ojos y mi juicio. Comprender que una forma sesgada de mirar está ahí no es asumir dócilmente que deba estar ahí; al contrario, la pugna por expulsarla es una metáfora válida para entender lo que significa todo permanente aprendizaje, es Peter Pan tratando de atrapar y encerrar a su propia sombra, decidido eternamente a empezar a poner orden en las cosas.

Ella me ha contado historias de mujeres cuya desarmada valentía haría palidecer a los más expertos paladines. Me ha dicho que muchas veces son mujeres quienes avanzan cuando todo parece replegarse. Ella es puntillosa, precisa, atenta, y sabe que la realidad se esconde en los resquicios de las palabras que elegimos.

Esta tarde grabo un programa en el que hablaré sobre la música que suena en el enlace al pie. Es la Escena de la inmolación de Brunilda, de La caída de los dioses, de Wagner. A ella, a Lucía, le quiero contar que Dame Gwyneth Jones entra valiente a cantar unos pasajes temibles, y que lo hace abrumadoramente sola y expuesta, con un auditorio a rebosar de gente dispuesta a morderla o amarla hasta la extenuación. A Lucía le cuento que, cuando por vez primera escuché y vi esta Caída, me pareció que una mujer no puede ser más intensa, fuerte y hermosa que esta soprano en esta escena, arrobada por una música de belleza extenuante, abrumadora; pero ya dice mi mujer que tiendo a enamorarme de las mujeres músicas, lo cual asumo.

Silencia el clamor de tu dolor, canta Brunilda. Pero no es una petición sumisa: es un mandato. Y no cualquier tipo de mandato, sino uno wagneriano. Y es que el clamor del dolor se silencia gritando.

Sí, ya lo sabemos.

Que te mejores.