Ana Rosa Erdoiza, de Zubiaur Musika Eskola, dirigiendo el ensayo general en el frontón Zelaieta

Ana Rosa Erdoiza, de Zubiaur Musika Eskola, dirigiendo el ensayo general en el frontón Zelaieta

 

Ana Rosa

Hay un momento en el que algunos niños y niñas se asoman a la música por vez primera. En Amorebieta, pueblo próximo a Bilbao y eje estratégico entre la capital de Bizkaia, el Duranguesado (Durango, Elorrio, Ermua…) y Busturialdea-Urdaibai (Gernika, Bermeo, Mundaka…), normalmente lo hacen en Zubiaur, la escuela municipal de música. Con cinco años, también con algunos años más, estudiar música es un fuerte estímulo y esfuerzo personal y también un compromiso que afecta a toda la familia. Ves a los niños subir las escaleras camino de sus clases y piensas: suben muchos, y muy pocos bajarán algún día unas escaleras como músicos profesionales, pero ese no es necesariamente el objetivo de estudiar música y además siempre es bueno que los críos tomen contacto con ella, que complementen su formación y moldeen su inteligencia con algo que es, básicamente, hermoso y placentero, aunque su aprendizaje sea trabajoso y requiera de perseverancia y disciplina.

En Zubiaur, esperando cada año a las nuevas olas de alumnos y alumnas, trabaja Ana Rosa Erdoiza. Llevo unos años viéndole trabajar, y admirando la calidad de su trabajo. Pese a su mala definición, merece la pena fijarse en la fotografía: varias decenas de niños y niñas completamente diversos entre sí, y todos abantos, espontáneos, imprevisibles y naturales hasta lo indomable o hasta una fragilidad emocional de porcelana, y con todo eso por formar y definir. Y Ana Rosa delante, frente a ellos: levantando la voz, directa y firme en los gestos, a veces con un punto de enfado impostado. Creando un personaje dotado de autoridad que los niños y niñas respeten, para que un acontecimiento familiar que se repite cada año por estas mismas fechas en el frontón del centro del pueblo sea posible: que unos cien chiquillos ofrezcan para sus familiares un concierto en el que todo funciona como un reloj: bailes, palmas, ritmos, cantos, carillones. Ana Rosa Erdoiza es el centro de todo con la firmeza y la solvencia de un compás: todos le miran, todos están atentos a sus gestos, a su dirección, y todos aportan lo mejor que tienen. Eso es música. Y al final ella, esa mujer de aparente pedernal, les aplaude y les muestra su verdadero rostro, el que está más allá de la autoritas: les envuelve en un enorme abrazo colectivo, les acaricia con toda su alma. Quien no sepa verlo es que no sabe mirar. Y si alguien piensa que lo que ella consigue es posible sin imponer disciplina, sólo tiene que imaginar en cómo haría para lograr lo que ella logra junto a su equipo y su organización, pero ahí delante, firme y sola.

Este concierto de mediados de junio representa no sólo el fin del curso en la escuela municipal de Música: es también el recordatorio de un verano que llama a la puerta, un hito en el calendario, y es el primero de los dos desbordamientos que la música protagoniza en junio en Amorebieta. Este de los niños inunda un gran frontón procedente de una pequeña escuela. El otro inunda las calles y plazas del pueblo con músicos de toda Europa, esto es: con instrumentistas que, en algún momento de su primera infancia o de su vida adulta, han conocido y han sabido entender personalidades tan sobresalientes y dignas de reconocimiento como Ana Rosa Erdoiza. Sin ellas, sin ellos, probablemente no habría música.

 

Haizetara

 

Banda de la María, actuando en la décima edición de Haizetara

Banda de la María, actuando en la décima edición de Haizetara

 

Dicen los conocedores que el buen tiempo suele acompañar Haizetara, aunque los paraguas, los cielos y los suelos mojados del vídeo oficial de la edición de 2014 (lo pego abajo) desmienten o al menos ponen en cuestión esa teoría tan optimista. En realidad da igual. Haizetara es un concurso internacional de música callejera que en 2015 ha cumplido diez ediciones, y que tiene la virtud de hacer que la gente se eche a la calle en bermudas o con paraguas, da igual cómo toque, para ir de plaza en plaza a escuchar a las formaciones concursantes, que proceden de sitios muy diversos. Esta tarde -con muy buen tiempo-, aprovechando que Amorebieta es un pueblo en el que no es difícil encontrarse con conocidos, he escuchado a mucha gente comentar que el de Haizetara es el fin de semana más bonito del año en el pueblo. Yo también lo creo. La alegría propia de la música de calle atrae a centenares de personas, y las bandas se esmeran y además en general tocan muy bien, y se genera un circuito urbano de viandantes que desean escuchar a todas las formaciones planificando una ruta y un menú, y que comentan con sus conocidos cuáles les gustan más o menos. Haizetara hace pueblo, es una iniciativa cultural magnífica y un espectáculo completamente transversal que ha arraigado profundamente en Amorebieta.

Música en la calle, música para todas y todos, música en este pueblo laborioso, peatonal y verde, lleno de chiquillos que se acercan a los instrumentistas como sólo los niños saben hacerlo, de tú a tú. La música es un poder, un gran poder, y en este caso lo es al servicio de todo un pueblo. Y apenas restan unas horas para el solsticio de verano: se hace difícil distinguir dónde acaba la música y dónde comienza la luz. Pese a todo y también gracias a todo, la vida es bella, que decía Benigni; y la música una de sus más altas creaciones.

 

Vídeo oficial de Haizetara 2014: