Richard Strauss. Foto: Fayer, Viena

Richard Strauss. Foto: Fayer, Viena

 

Publicado en www.mundoclasico.com el 10 de junio de 2015

 

Bilbao, 04/06/2015. Euskalduna Jauregia. Measha Brueggergosman, soprano. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Carlos Miguel Prieto, director. Richard Strauss: Muerte y transfiguración, Op. 24; Cuatro últimas canciones. Ludwig van Beethoven: Sinfonía número 5 en do menor, op. 67. Aforo: 2164. Ocupación: 70%

 

La Sinfonía número 5 de Beethoven es probablemente la obra más interpretada por la Sinfónica de Bilbao, BOS, en sus 93 años de historia: los profesores y profesoras de la formación vasca escalan esta cima del sinfonismo por cualquier cara, en condiciones meteorológicas adversas y sin oxígeno, y hacen cumbre: conocen cada piedra, cada grieta y cada manantial. Con Carlos Miguel Prieto en el podio disfrutaron además de un maestro perfectamente capaz de mostrar la belleza y complejidad de la archiconocida obra sin dejarse nada en el tintero. En los peros sin duda unos timbales apenas audibles, y bien que se echaban en falta, pero fueron más los aspectos positivos: la BOS demostró que está curtida en mil batallas (literalmente en el caso de Beethoven, pues en su historia ha interpretado composiciones del de Bonn en casi mil ocasiones), que ha mejorado ostensiblemente en un par de temporadas la calidad de sus violonchelos y que cuando se siente segura es capaz de lucir a gran nivel sección por sección. Con Beethoven sobresalieron maderas y metales, pero todos participaron del para ellos conocido y placentero ritual de hacer una buena quinta sinfonía. También Prieto disfrutaba, y lo hizo el público, acogiendo la interpretación con la ovación más cálida de la noche. Todos estaban como en su casa.

La tarde había comenzado con Muerte y transfiguración, de Richard Strauss, no su obra más conocida y tampoco la más afortunada, aunque en modo alguno una obra menor. Prieto estuvo enérgico y trabajador desde el primer compás, marcando mucho, buscando un sonido elegante y compacto que sin embargo se le resistía. Faltó de inicio homogeneidad, faltaron fuerza y arrebato, faltó en fin ese punto de entregada pasión y decisión que exige Strauss, pero las cosas se fueron caldeando y, pese a unas dinámicas y un color en general algo apagados, se logró un final muy bello y mucho más compacto y potente que lo que presagiaba el comienzo de la obra, ya en una altura interpretativa que se mantuvo para el resto del programa, incluyendo desde luego la referida quinta de Beethoven y las Cuatro últimas canciones.

Cuatro últimas canciones es una obra tan conocida y cuenta con registros tan maravillosos que se convierte en una auténtica cuesta arriba para cualquier soprano; Lisa della Casa, Janowitz, Popp o Schwarzkopf son sólo algunas de las muchas referencias -estas indiscutibles- de este ciclo maravilloso, pero en directo las canciones son harina de otro costal. La canadiense Measha Brueggergosman no es una soprano adecuada para cantarlas: tiene un vibrato de una profundidad y extensión muy considerables, cuando el ciclo exige una emisión particularmente límpida. Brueggergosman comenzó francamente mal con Frühling, para ir mejorando -relativamente- canción a canción. Con September mostró que posee una enorme musicalidad y un gran temperamento, pero la misma emisión que parece ayudar en September traiciona en Beim Schlafengehen y, en general, la soprano no estuvo a nivel en ningún momento en los graves, y se encontró son serias dificultades para decir los textos mientras los cantaba, y diría que no por problemas de idioma sino por sus limitaciones técnicas.

En Im Abendrot, Brueggergosman tuvo la gentileza de esconderse, de recoger su voz, de cantar casi en piano. No es exactamente lo ideal para cerrar estas canciones, pero es una forma sensata de cantar una despedida y desde luego resultaba preferible a la alternativa que aparentemente tenía a su alcance, que era hacer exhibir de nuevo la contundencia del velo de su paladar. Y aquí, concluido el ciclo, y de forma inmerecida e inesperada, llegó lo mejor de su prestación en forma de propina.

No me gusta referirme a las propinas, porque creo que han perdido completamente su valor, y casi no se entiende que no se incluyan directamente en los programas de mano: todos los solistas ofrecen al menos una, aunque no hayan llegado un palmo más allá de la discreción. Brueggergosman, que no recibió un solo bravo y obtuvo una ovación poco más que cortés, estaba completamente decidida a dar la suya y lo hizo en su primera salida a saludar. Cuando anunció que iba a cantar Morgen! y visto lo visto, la expectativa de escucharla bien cantada era tendente a cero, y sin embargo fue cuando Brueggergosman cantó como no lo había hecho en toda la noche; inesperadamente hizo un Morgen! irreprochable, de gran categoría, y resultó altamente reconfortante, porque este lied maravilloso se escuchó como merece. Si hubiera que calificar a la soprano por esta canción maravillosa su prestación hubiera sido notable, y desde luego dulcificó su paso por el escenario de la BOS. Es, evidentemente, una cantante irregular.

Pero hay otras fuerzas en juego en Cuatro últimas canciones, y estuvieron todas muy por encima de la cantante, de modo que mereció la pena escuchar esta obra magnífica. Hay que citar, pues es de justicia, el trabajo de María Rubio, una solista de trompa absolutamente deslumbrante, y el lujoso concurso del concertino invitado Ingo de Haas, que trabajó muy bien toda la tarde pero maravilló en las canciones de Strauss, especialmente -como es lógico- en Beim Schlafengehen y en la bellísima propina. Ingo de Haas hizo un trabajo francamente memorable. Toda la orquesta estuvo atenta en todo momento, arrobada por la música de Strauss, y Carlos Miguel Prieto hizo una gran dirección, de principio a fin, dominando las Canciones y profundizando en su abrumadora e inagotable grandeza.

 

 

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2012-2015– http://wp.me/Pn6PL-3p