Publicado en Mundoclasico el 30 de octubre de 2023
Bilbao, martes 24 de octubre de 2023. Palacio Euskalduna. Charles Gounod: Roméo et Juliette. Libreto de Jules Barbier y Michel Carré basado en la obra homónima de William Shakespeare. Giorgia Guerra, dirección de escena. Federica Parolini, escenografía. Lorena Marín. vestuario. Fiammetta Baldiserri, iluminación. Christine Hucke, asistenta dirección de escena. Vídeoproyecciones: Imaginarium Studio. Producción de ABAO Bilbao Opera y Ópera de Oviedo. Javier Camarena, Roméo. Nadine Sierra, Juliette. Anna Alàs i Jové, Stefano. Andrzej Filończyk, Mercutio. Marko Mimica, Frère Laurent. Alejandro del Cerro, Tybalt. Gerardo López, Benvolio. Itxaro Mentxaka, Gertrude. Isaac Galán, Le comte Capulet. José Manuel Díaz, Grégorio. Fernando Latorre, Le comte Capulet. Juan Laborería, Le Duc de Vérone. Coro de Ópera de Bilbao (Boris Dujin, director). Euskadiko Orkestra. Ane Legarreta, asistente de dirección musical y dirección de banda interna. Lorenzo Passerini, dirección musical. Aforo: 2.164. Ocupación: lleno. 72ª Temporada de ABAO Bilbao Opera.
La inauguración de la temporada de ABAO con Roméo et Juliette de Gounod es de las que dejan gran impresión y se sitúan en la memoria como un hito, gracias a la combinación de una dirección de escena de gran eficacia y sencillez y unas interpretaciones capaces de cautivar completamente a la audiencia que llenaba el auditorio. Sustentada en un trabajo de Giorgia Guerra que centraba el foco en el relato dramático y musical con pocos elementos jugados con gran inteligencia, la obra de Gounod brilló desde el principio, con ese prólogo emotivo en que el coro preludia y desvela la apasionante y genial trama por venir, esa arquitectura deslumbrante urdida por el gran dramaturgo de Stratford-upon-Avon. Las proyecciones creadas por Imaginarium Studio, la iluminación de Fiammetta Baldiserri y el vestuario se combinaron para crear una atmósfera que enriqueció el desarrollo de la obra.
Los momentos culminantes de la representación los dio la deslumbrante actuación de Nadine Sierra como Juliette. Su voz transmitió de manera magistral la gama completa de emociones del personaje, desde la dulzura, credulidad y entrega del amor apenas juvenil, todo promesa, hasta la intensidad de la tragedia final, que es prematura y completa negación de toda voluntad y esperanza. Su habilidad técnica y su inteligencia emocional se entrelazaron de manera fascinante y estremecedora, elevando a los altares a una cantante con raíces bien hundidas en la esencia misma del personaje y plenamente capaz de llevar al público a través de su viaje emocional, fascinante y terrible.
La destreza técnica de Sierra es impresionante, enseñando una agilidad vocal impecable y una precisión deslumbrante en unos pasajes de coloratura que son un desafío. Si en su interpretación de Je veux vivre lograba transmitir la alegría y la vitalidad juvenil del personaje de manera encantadora y con un sentido íntimo de nostalgia, atisbo de la tragedia ya sobradamente conocida, en la dificilísima Amour, ranime mon courage revelaba espléndida a una Juliette trágica y valiente, que enfrentaba los peligros y las fatalidades de su destino con una fuerza y una convicción profundamente emocionantes. Qué gran recorrido.
Nadine Sierra cautivaba también con una presencia escénica y una capacidad actoral idóneas para pintar de complejidad, vulnerabilidad y determinación a su maravilloso personaje. Su trabajo como una Juliette capaz de cubrir toda la gama de emociones y matices de manera tan convincente y auténtica explica que sea hoy en día una Juliette de referencia en el panorama internacional. Maravilla la solidez casi física del vínculo invisible con el que parece apelar y subyugar a cada persona presente en el auditorio: los grandes nombres de la Ópera no cantan para una audiencia, sino para cada persona presente en esa audiencia. Excepcional Juliette.
Javier Camarena debutaba el papel. Propuso un Romeo seguro y elegante, demostrando versatilidad y dominio técnico. Es un muy buen tenor, aunque no sea -¿todavía?- un Romeo excepcional. Supo interactuar con Sierra, creando una química convincente que es desde luego clave en numerosos momentos del título. Ambos recrearon y transmitieron la vehemencia y rabia de un amor prohibido en el que refulge y quema la gran frase de Shakespeare: las entrañas de los padres son de piedra. Brutal. Muy seguro Camarena sosteniendo su rol en semejante drama a través de un Romeo que mejoraba a medida que avanzaba la representación.
El resto del elenco destacó por su consistencia y compromiso, con actuaciones notables de Fernando Latorre, José Manuel Díaz y Gerardo López y un buen debut de Juan Laborería. Muy bien Alejandro del Cerro, haciendo un Tybalt de una gran calidad vocal y un excelente nivel actoral. También Anna Alàs i Jové fue una estupenda actriz cantando Stefano, con una voz elástica y fresca muy adecuada al papel. Isaac Galán, a quien ya se había escuchado en Bilbao en La Fanciulla, fue un Conde París muy convincente. Andrzej Filończyk ya había gustado en la temporada anterior como Riccardo Forth de I Puritani. Volvió a hacerlo como un excelente Mercutio. Marko Mimica fue un Frère Laurent de calidad, convirtiendo su voz en un susurro o mostrando hondura y cuerpo en la medida en que su personaje, de compleja psicología, precisaba de matices e intenciones. Todas y todos ellos recibieron una merecida ovación por trabajo. Cabe mencionar de modo destacado la Gertrude de Itxaro Mentxaka, con una presencia escénica y un desenvolvimiento imponentes. Si hubo química entre Sierra y Camarena, ¿cómo definir la relación recreada por Sierra y Mentxaka? Exquisito clima de confidencia, afecto y fidelidad. Un precioso alegato por la libertad de amar, respecto a la que sólo cabe la plena militancia.
Empastado y con preciosas voces el Coro. La orquesta, dirigida por Lorenzo Passerini, demostró su ya habitual gran calidad en el foso, creando un sugerente entorno sonoro para realzar el desarrollo del drama, con su creciente intensidad. Passerini tiene una gestualidad decididamente desmesurada. Muti decía que habría que pitar a los directores cuyo gesto es exagerado, y la frase me vino a la cabeza no pocas veces. Passerini no marcaba indicaciones, las llevaba en mano hasta entregarlas, era un ir y venir de brazos y barbilla. Fue inteligente al enfocarse en el probable triunfo de las voces. Mucha energía, en suma, en un maestro que debe recorrer mucho camino con la nada desdeñable recompensa de perderla pero que logró, pese a esas características distanciadoras, que todo se mantuviera y evolucionara sin sobresaltos ni altibajos a lo largo de la exigente representación.