Foto: Sandy Huffaker (AFP)

Foto: Sandy Huffaker (AFP)

 

Lo primordial es que el ataque contra el club gay “Pulse” en Orlando, Florida, es un acto de terrorismo, lo secundario es a qué tipo de terrorismo responde, si al del ISIS o a cualquier otro de los que cada día, en toda clase de entornos, acosan a los gays, menoscaban sus libertades, les estigmatizan y señalan, les burlan o agreden. Esos actos terroristas anidan en los patios de los colegios, en las charlas de oficina, en los chistes o en las legislaciones. Suponen lo que podríamos llamar terrorismo homófobo de baja intensidad, suponiendo que tan abominable categorización sea aceptable.

En Orlando han sido asesinadas personas gays e hispanas. Atribuible o no al ISIS, esa doble condición le da al miedo otra vuelta de tuerca, porque lo cierto es que cada una de ellas por separado ya hace a los ciudadanos más vulnerables. Maricas e hispanos es un océano de fragilidad, por algo después de la matanza un ultra texano del Partido Republicano ha dicho que se recoge lo que se siembra. Propio de un nazi. Las fronteras entre la ultraderecha y el radicalismo islámico no son históricamente fáciles de dibujar, son más bien difusas. Más que reforzarse entre ellos, se diría que ambos espectros simpatizan. Pero en fin.

Mi impresión es que cada persona que se refiere con burla a un conocido maricón, cada persona que en un patio de colegio señala comprensivamente a un niño o a una niña como afeminados o machorros, cada persona que acepta una ley que prohíba que la gente haga su vida en libertad, o cada persona que teme el contacto entre gays y menores por el riesgo de abusos, cada una de esas personas ha apretado el gatillo en Orlando, profese la religión que profese o no rinda cuentas a Dios alguno. Y cada persona que menosprecia a los inmigrantes, por ejemplo a esos hispanos rampantes que comienzan a pesar en las sociedades norteamericanas (de las que hay tantas y de tan variada índole), cada persona que cree sentir derechos excluyentes sobre la tierra que habita, también ha apretado el gatillo.

A mí no me aporta mucho si el ISIS ha reivindicado o no. A mí me inquietan las palabras pequeñas que hieren y horadan, los gestos leves e insidiosos que están en la base sobre la que reposan la homofobia asesina de Orlando o tantos y tantos permanentes atentados contra la libertad de las personas como se cometen todavía en el mundo, incluyendo el racismo. A mí me asusta que en el mundo haya tanto interés en no dejar amar. Quizá porque sólo amar nos hace irreductiblemente libres.