Tuve esta larga conversación con Juan Cueto hace casi 20 años, en 1996. Esperanza Aguirre acababa de llegar al Ministerio de Cultura español. La he encontrado y me parece muy curioso releerla ahora, cuando muchas cosas han cambiado, otras no tanto; entonces algunas se vislumbraban, otras permanecían agazapadas o al menos a mi me resultaban opacas. Recuerdo bien la casa de Cueto, cerca de Gijón, con un cobertizo lleno de parabólicas. Hablamos muchísimo. Después publiqué la conversación en formato entrevista en una revista llamada Bitniks.
Director General de Canal Plus España desde su fundación hasta hace pocos meses, ha cambiado las ventanas de su despacho en el Edificio Torre Picasso de Madrid, que no podían abrirse, por una casa de ventanas y puertas abiertas de par en par en Somió, muy cerca de Gijón. Allí escribe y juega con su magnífico perro, en un jardín dominado por una antena parabólica sustentada en un barril de sidra. Toda la casa es una constante superposición de épocas y culturas: ordenadores, redes, televisores y, por supuesto, cientos de libros. Ha dejado la corbata para ponerse, de nuevo, el mundo del pensamiento por montera.
En agosto dirige un curso que se llama «Escribiendo para el cine» en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Trabaja actualmente en la primera enciclopedia redactada y creada en España, que se ofrecerá en CD y on line. Escribe dos libros: un ensayo titulado «Cuando Madrid hizo pop» y otro sobre la espiritualidad herética española, desde Prisciliano hasta la actualidad. También asesora en proyectos de televisión por cable.
El entusiasmo ante el futuro de las redes de información, en términos tecnológicos, es generalizado…
El futuro siempre traiciona la idea que tenemos del futuro. Este no será ni lineal ni dual, no se planteará en términos de sustitución de una cosa por otra. Se habla de bites o átomos, de papel o pantalla, pero todas las innovaciones tecnológicas, desde que el libro como códex sustituyó al rollo, luego la imprenta, el teléfono, el televisor, todas ellas han integrado las técnicas anteriores y han coexistido con ellas. MacLuhan instituyó un mito cuando dijo que la cultura funcionó de una manera hasta que se inventó la imprenta y luego de otra. Pues no: desde la invención de la imprenta hasta el siglo XVIII coexistieron los dos formatos, el libro escrito a mano y el libro impreso.
¿No sustituirá por tanto el ordenador al televisor, tal como algunos auguran?
Las cosas no son lineales y ahora ocurre lo mismo: las dos pantallas actuales del hogar, la televisión y el ordenador, van a seguir coexistiendo. Se puede afirmar que el futuro será bastardo y no lineal, que nunca será puro como pretende Negroponte, cuando dice en un libro que los libros desaparecerán, que desaparecerá el papel. Yo no lo creo: coexistirán. Hay que colocar los entusiasmos tecnológicos en contextos más amplios, que eviten los megaerrores del tipo: «ahora llega tal cultura y desaparecen las anteriores». Creo en todo caso que el futuro será muy abierto, porque los ordenadores introducen en el hogar un mundo global, pero en todo esto el lenguaje sigue siendo fundamental. Internet por ejemplo es sobre todo texto, y le diré que cuando me interesa un texto de Internet, lo imprimo. Me parece más cómodo leer sobre papel. Eso sí, ojalá se acabe el papel represivo, el típico en nuestro país de «original y tres copias», el papel de la burocracia.
Eso nos remite a una cuestión crucial: qué transportarán las redes…
En realidad, la gran batalla que está conociendo el mundo entero no es por la tecnología, es por los contenidos. El dueño de los derechos será el dueño de los nuevos medios de comunicación.
Hay un mundo futuro que dibujan personalidades como Negroponte, donde el átomo ha dejado de existir, ¿cree usted en ese mundo? Lo digo porque esta mesa tiene muchos papeles y además están pisados con un ladrillo.
Sí, un ladrillo dedicado a Negroponte (risas). Bien, Negroponte me irrita intelectualmente, pero es un fenómeno como comunicador: pinta un futuro idílico y así amplía la importancia de las cosas y todos las vemos más claro. Cuando habla con metáforas, por ejemplo de los «sin hogar» digitales, está aplicando a lo digital todo lo que se aplica a otros ámbitos. Yo no creo en esa linealidad: no existe ni en la vida real ni en la ciencia. La ciencia no es lineal ni pura, es caótica y desordenada. Negroponte ilustra una nueva tecnología que tiene una ventaja sobre todas las demás: es verdaderamente global. Pero fue MacLuhan, no Negroponte, el que lo profetizó. Lo que ha hecho Negroponte es quitarle a la tecnología digital cualquier competencia y mostrarla virginalmente: el Gran Paradigma. Intelectualmente es una basura, pero publicitariamente tiene gracia y produce negocio. Pero nadie, ni siquiera Negroponte, vive la red de la manera que él cuenta en sus escritos. Nadie. Es más, en las redes se comienzan a reproducir los hábitos menos telemáticos de los usuarios: no puedo olvidar que uno de los grandes negocios de la red es la venta de vinos. La red es un enorme kiosko donde comprar.
Pero eso tiene algunas desventajas. Se puede adquirir pornografía en un vídeo club, un kiosko, un sex shop o un vídeo banco en total anonimato. Sin embargo, al hacerlo en la red puedes quedar automáticamente registrado. Esto plantea el problema de la privacidad.
Mi defensa de la vida privada es total. Internet me parece demasiado expuesto, mientras que en otras actividades estoy seguro de mi privacidad. A veces husmeo en un BBS y luego me encuentro con que me dicen «ah, ya hemos visto que has entrado… » Eso no me gusta nada. Incluso cuando hojeo publicaciones en una librería soy impune. No poder serlo me irrita bastante. Recibo actualmente ciento cincuenta canales de televisión con total impunidad. Puedo saltarme barreras tranquilamente, en cambio la red me pregunta demasiadas cosas. Ni siquiera me gusta que me cuantifiquen. Pienso en todo caso que, con el paso del tiempo, la red será menos controladora de lo que es.
Siempre y cuando no se legisle para lograrlo.
Se intentará legislar. Con todo, se habla mucho de desorden y anarquía en la red, pero en realidad en la red predomina el orden. Yo no encuentro el desorden. Fíjese, el fenómeno de las redes es incluso más pacato cada día, se está notando una fuerte autocensura en los contenidos.
Autocensura y censura política, piense en la Decency Act.
Exacto. El hecho es que el autocontrol es mayor y hay menos espontaneidad. Y si hay menos espontaneidad, hay menos información. Se empieza a notar cierta rigidez en todo el proceso. Pero tal y como vivimos la red ahora no es sino un trailer, bastante elemental, de lo que va a ocurrir. No podemos olvidar que hablamos sobre un trailer de un futuro que tecnológicamente está resuelto, pero no precisado. Ni siquiera Bill Gates pudo preverlo. Contrariamente, empresas cuyos comienzos son insignificantes, como Netscape, suenan ahora entre las más importantes.
Y aparcando el autocontrol o la censura política, ¿están produciendo las redes novedades desde la perspectiva de los contenidos?
Piense en los CD Rom. Salvo cuatro excepciones, todos los CD Rom son refritos de enciclopedias y diccionarios. ¿Qué es el mundo del CD, del multimedia? Es el Siglo de las Luces, de la Enciclopedia: artículos y tablas. Lo que hacen los creadores de contenidos es meter contenidos clásicos en el nuevo soporte. Las novedades propias son contadas. Desde luego hay posibilidades de una narrativa multimedia, pero no están desarrolladas. No sé cuáles son, hasta ahora tal vez juegos elementales y una creatividad muy restringida. Cuando se inventó el cine no se sabía para qué se utilizaría, se decía por ejemplo que sería útil para el mundo de la medicina. Pero repentinamente se especializó en la vía narrativa. ¿En qué se especializa el multimedia? No lo sé. Sólo se están reproduciendo viejos contenidos, falta saber cuál es la vía. Estamos en una fase de balbuceos y experimentación: ¿podremos por ejemplo prescindir de la mano o el tacto en estos procesos? La mano es la primera tecnología, la clave del desarrollo humano. La mano es el sexo del cerebro. Las nuevas tecnologías son, por ahora, demasiado estériles.
Tal vez tras el siglo de las luces llegue el siglo del libertinaje.
(Ríe) Eso espero… por cierto, ¿has pensado qué compramos al comprar un CD Rom? Compramos un enorme estuche con un disco muy pequeño dentro, un estuche que incluso guardamos. Compramos un tacto. Al final, lo multimedia será también multitacto. Si al comprar un CD me dan un paquete, ¿van a dejar de dármelo porque Negroponte diga que no? No, compraré todo. De hecho, tengo más manuales de ordenador que discos informáticos. Y vete al kiosko: verás que los primeros grandes beneficiados de la revolución tecnológica son las revistas.
En un entorno de virtualidad como el que se prefigura, el gran beneficiado va a ser el objeto, lo físicamente real. El siglo XXI será un siglo de coleccionistas.
Totalmente. El prestigio será tener el objeto real, no una de sus infinitas copias. Las redes, la tecnología, llaman al deseo de posesión. Ahora se vuelve a revalorizar la pintura. Lo intangible, en efecto, lleva a revalorizar el objeto.
Hablando de parámetros morales, ¿pueden las redes aumentar la distancia entre ricos y pobres?
Eso es lo que más me preocupa. Existe ya un cuarto mundo, aquél que está parado en los semáforos ofreciendo algo y se encuentra excluido de la sociedad. Ese fenómeno sí es verdaderamente global. Las nuevas fronteras no son geográficas, son los semáforos. Esa es la verdadera exclusión, las otras empiezan a solucionarse lentamente, pero esta exclusión es total. Quedarán todavía más al margen.
Sobre todo es una exclusión informativa absoluta.
Sí. En el Siglo de las Luces, algunos ilustrados ansiaban conducir a los excluidos, a l os que no sabían leer. Esa fue la gran utopía de la Ilustración. Ahora no sucede.
Continuando con la cuestión moral, en los nuevos entornos puede darse la paradoja de que proyectemos nuestras pulsiones sexuales más extrañas sobre entes virtuales. ¿Crees que vamos a exportar nuestros parámetros morales? ¿Puede juzgarse un comportamiento como inmoral si no tiene implicación real alguna?
Esa es una cuestión muy bien centrada. Mi respuesta es no, porque sería como si se produjera persecución contra la masturbación. ¿Se persigue la masturbación? En lo cotidiano no, pero sí en el ideario católico… me está usted hablando de un nuevo concepto de pecado, y las tecnologías probablemente amplifican los pecados que ya se encuentran dentro de las religiones. Sospecho que si pensar en una ninfa de Nabokov es pecado, hacerlo auxiliado por sensaciones táctiles, visuales y auditivas se juzgará por la Iglesia como más pecaminoso. La gama de los pecados será mayor para los que creen en los pecados, que son quienes realmente dominan el mundo. Los Estados tienen dueño, y los dueños de los Estados son los que controlan los pecados. Y no creo que las cotas de libertad sean ahora menores que hace años, pero sí creo que los controles son mayores. Existe una multinacional del pecado, llena además de paradojas.
¿Y dónde queda España?
¿Sabe cuál es una de las características españolas que nos hace diferentes del resto, en todo lo que tiene que ver con estas materias? Este es el único país del mundo occidental en el que la gente vive en casas en propiedad en un ochenta y cinco por ciento. Fíjate lo que esto paraliza: primero, cualquier cosa que entre en una casa es para toda la vida; segundo, se reduce la movilidad; tercero, crea dependencia de la Banca, y las oficinas de los bancos cumplen la misma función que las parroquias hace años… pues bien, la Banca sabe que el que meta el cable en casa mete el banco en casa. Para eso hacen falta el cine y el fútbol, que son muñequitos muy graciosos que acercan a la gente a las manos de la Banca. Todos los bancos tienen terror a que las redes multipliquen la oferta bancaria, porque se han acostumbrado a estar junto a las casas y ahora las distancias no existirán tampoco para ellos. Además, con el servicio de cable, ¿por qué pasar por el banco para pagar el colegio de los niños? De ahí que todos nuestros bancos estén tras el negocio del cable. Quieren estar ahí porque el cable en España es para toda la vida, dado que las casas son para toda la vida. Somos la mentalidad sedentaria más grande del mundo.
En el momento actual, con una oferta todavía limitada, ¿qué están ofreciendo las redes que le inquiete y atraiga desde una perspectiva cultural?
No lo sé. Están faltas de ideas nuevas. ¿Están en Internet las nuevas ideas que surgen en el mundo? No. En cambio se está reproduciendo el mundo de los años sesenta. Hay un intento de hacer ver a las nuevas generaciones qué es lo moderno utilizando vanguardias de los sesenta y setenta.
Las tecnologías pertenecen básicamente a los norteamericanos y los contenidos también.
Las tecnologías pertenecen a los norteamericanos porque los contenidos, en su mayor parte, también. La mayor industria generadora de riqueza y trabajo en los Estados Unidos en los cinco últimos años es la unión entre Hollywood y Silicon Valley: Siliwood, los contenidos de Hollywood por un lado y las tecnologías de Silicon Valley por otro. Hace tiempo que una película no es una película, sino un relato de hora y media que se estrena en salas pero que da lugar a una serie enorme de derechos: programas en CD Rom, parques de atracciones. Los norteamericanos han dejado la titularidad de las grandes compañías productoras para especializarse en el control de los contenidos. Son estos los que producen dinero.
Incluso «Waterworld» ha recuperado ya su inversión.
Sí, lo ha hecho pero no en el cine, sino en las taquillas posteriores: vídeo, vídeo láser, parques de atracciones, juegos, merchandising… y eso representa un problema para nuestro país: las tecnologías se pueden adquirir, porque hay excedentes, pero los contenidos no. Y nosotros tenemos muy pocos contenidos exportables.
De ahí que la Unión Europea hablara de exención cultural en la «Ronda Uruguay» del Tratado de Libre Comercio.
Claro. España, en cuanto a contenidos audiovisuales, no puede competir sola, sino con otros países. Dicen de mí que estoy contra el cine español y no es así; no lo estoy, pero digo que cuarenta o cincuenta películas al año, que ya son muchas, jamás podrán resolver la cuota de autonomía de nuestra cultura en un sentido amplio. En cambio, en el marco europeo sí se puede competir. A partir de las ayudas posteriores al GATT, están despegando el cine francés, italiano o español. Por cierto, son curiosas algunas repercusiones de los actuales audiovisuales: por ejemplo sobre los libros. Una película como «Parque Jurásico» casi ha producido más sobre papel -libros, revistas, merchandising- que cualquier otro producto.
Las películas son la excusa.
Son el pretexto para producir un impacto mundial. Para que este se produzca tiene que dedicarse el treinta por ciento del presupuesto a promoción. El estreno funciona como un pretexto para el despegue del producto a escala mundial.
Los cineastas españoles siguen pensando en términos de pantalla cinematográfica.
Exclusivamente.
Ahora hay cierta euforia por los resultados.
Qué te voy a contar. Lo siento por ellos, pero si hay más público español es sólo porque hay más películas españolas. Cuando yo llegué a Canal Plus se estrenaban al año veinticinco películas. Desde el momento en que hay más taquillas, la televisión de pago -que ha obligado a las televisiones generalistas a comprar-, el vídeo y otras, hay posibilidades de financiar más películas. Una película española, antes de estrenarse, puede tener financiado el cuarenta por ciento de su costo -subvenciones, televisiones, vídeo…-. No conozco ningun proyecto en fase de guión que no haya sido realizado.
A ver qué política toma el Gobierno actual de la mano de Esperanza Aguirre, probablemente muy liberalizadora.
El cine español puede financiar unas cincuenta películas, más sería peligroso porque se podría enfriar el mercado, un mercado que en España es muy caliente: la gente va mucho al cine, nosotros somos el sexto país del mundo en consumo de cine americano. No somos el sexto en nada, pero en esto sí. La explicación es sencilla: durante el franquismo no había nada que hacer, sólo el cine. Esto produjo un gran consumo que se mantiene como hábito. El problema del cine español, en consecuencia, no es otro que competir con otras cinematografías, ese es el problema: porque sí hay dinero para financiar esas películas.
La escala europea, ¿va a articularse en política de coproducciones o en alianzas de distribución?
En coproducciones, España ocupa uno de los últimos lugares europeos, tal vez por la presión de ciertos lobbys. En todo caso, lo que debe funcionar es la política de exportación, que hasta ahora no ha funcionado: no hacia América Latina, como dice Esperanza Aguirre, porque no son tontos y comprarán las películas que les interesen, lo mismo que hacen en Roma o París. Las películas se venden sólo si se parte de historias exportables, pero ahora resulta que el cine español es autosuficiente.
Más en términos de negocio que en términos de espectáculo.
Más que en términos de negocio, en términos de poder pagar lo que cuesta una película. Pero, ¿cómo articular el éxito derivado de la existencia de más películas y más público con la exportación? Esa es la clave.
Sí, pero curiosamente las películas españolas que mejor funcionan fuera son las más locales.
Es el caso de Almodóvar. ¿Por qué gusta Almodóvar? Por su forma de mostrar la realidad española. Lo mismo nos ocurre a nosotros con el cine francés o italiano.
¿Cómo va a influir en nuestra televisión la Banda Ancha, la televisión bajo demanda?
Sabemos que la gente está dispuesta a pagar para ver lo que quiere pero, ¿qué es lo que la gente quiere? Fútbol y estrenos por televisión. Por ejemplo los norteamericanos han pensando en el fútbol como un elemento útil para la divulgación de la banda ancha, por eso se va a impulsar una liga de fútbol a escala europea: interesará un Bayern – Barcelona, pero no un partido cualquiera. Luego hace falta introducir un gran cambio en las ligas europeas.
La gran desproporción entre la capacidad de las redes y su contenido real, ¿puede conducir a una ruptura, a una fuga masiva de la sociedad?
Sí, pero a partir de ahora todo va a ser de pago y no va a entrar en casa nada que tú no quieras. En España y muy pocos países más la televisión ha sido gratuita, pero esto no es así en la mayoría de los sitios, en los que se viene pagando. La cuestión es que las redes van a multiplicar la dependencia de los contenidos norteamericanos. En España, en todo caso, es cierto que podemos avanzar de lo viejo a lo nuevo con mucha velocidad, pero también es cierto que podemos retroceder con la misma velocidad.
¿Cuándo se dirá que la televisión puede financiarse? Lo digo porque, ahora, Monica Ridruejo se plantea el reto de eliminar el déficit de la televisión pública.
Ella trabajó en Canal Plus. Es una gestora y sabe qué es la gestión. Pero el problema de la televisión es que no sólo es gestión, sino también creación y producción. ¿Cuál es el problema de Televisión Española? Si quiere ser un servicio público o no. Y si quiere ser un servicio público tiene que abandonar la competencia actual con las otras televisiones generalistas. Este es un país muy pequeño para un número de televisiones tan grande, sobre todo en términos de publicidad. ¿Existe en España mercado publicitario para tantas televisiones generalistas? La respuesta es, radicalmente, no. ¿Va a renunciar TVE a la publicidad? Si es así, deberá hacer una televisión muy diferente a la que viene haciendo. Y así volvemos al problema de los contenidos: ¿qué criterios se van a seguir y, en segundo lugar, cómo se va a financiar eso? Una respuesta puede ser lo ocurrido en Francia, con el triunfo de la Tres sobre la segunda cadena: una televisión hecha en clave de autonomías.
¿No es eso paradójico? La televisión local y próxima imponiéndose en un contexto en el que se habla de globalización y universalidad.
El negocio está en la suma entre global y local. Sólo así se funcionará, incluso en Internet. También las televisiones norteamericanas que funcionan compaginan local y global, contenidos próximos a los espectadores y grandes espectáculos globales como el fútbol o el cine. En Internet la clave va a ser la misma: bites locales y bites globales, pero para esto es básico que los bites globales funcionen en un lenguaje que entendamos los consumidores locales… de nuevo el lenguaje, de nuevo los contenidos: el problema principal de la televisión basura es que detrás no hay nada. Nada.
¿Tampoco en las series españolas? ¿Las consideras malas?
Malísimas. Con excepciones, pero las considero muy malas. Me alegra que sigan funcionando porque así dan trabajo a los actores y punto final. El resto es todo copia a la española.
Focalizándonos en la televisión desde la perspectiva del cliente, antes y después de las privadas, usted era y es pesimista.
En este país hay un consumo audiovisual enorme. Cuando sólo existía un modelo de televisión, eso se suplió con una respuesta de enorme significación: este es el país con más magnetoscopios per cápita de Europa. El que más. ¿Porqué? Porque la gente quería variedad en la televisión y no la tenía. Hoy en día el vídeo sigue siendo uno de los grandes segmentos del mercado audiovisual. La gente sale de casa, hace colas, paga y encima está satisfecha sólo por tres o cuatro cosas: una comer, otra el fútbol de los domingos y la tercera el cine. Como las televisiones no pueden dar comida, sólo pueden dar cine y fútbol. Y esto se puede hacer sólo en una televisión por cable o codificada: el acierto de Canal Plus fue dar a los españoles lo que siempre han querido, cine de estreno y fútbol los domingos. Ojo, sólo los domingos, no cualquier tipo de fútbol, como tampoco cualquier tipo de cine. ¿Qué queda a partir de eso? Un espectro muy amplio de emisoras que tienen que competir entre sí por los mismos productos y la misma publicidad. Ahí comienza la locura de los audímetros y la crisis financiera: ¿qué es lo que se hace? Subproductos, además de constantes cambios en las parrillas de programación, porque buscan el público desesperadamente.
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