Mahler Estreno Stokowski

Stokowski dirigiendo un espectáculo: la Octava de Maher con la Philadelphia. El maestro logró que se invirtieran 14.000 $ en adecuar el escenario para acoger a la multitud. La Octava se interpretó diez veces con lleno absoluto. Pero, ¿puede aplicarse la misma receta casi 100 años después?

Todo en la Octava de Mahler irradia desmesura desde su estreno en Munich en 1910, al que acudieron Richard Strauss, Saint-Säens, Casella y directores como Bruno Walter o Leopold Stokowski.

Leopold Stokowski (1882-1977) fue un gran maestro, un adelantado y un hombre de acción. En 1916, seis años después del estreno, presentó la Octava en Philadelphia (y después en 1950 en Nueva York, de esta interpretación hay disco) con 1068 intérpretes sobre el escenario. A la grande. Abría a la vez dos puertas: una conducía hacia la exigencia de un aparato orquestal mastodóntico para hacer la Octava, como ya sucediera con Mahler en el estreno, lo que convertía la obra en terreno abonado para un márketing inmediato y simple basado en su anómala exigencia de intérpretes y más intérpretes; otra, hacia la visión del director orquestal como un factor clave de la música entendida dualmente, como industria de la cultura pero también del espectáculo. Por eso Stokovski, con su magnífica maraña de pelo blanco, se empeñó en construir e instituir un icono del director orquestal que todavía perdura, rayano en lo estrafalario pero potente y reconocible, inmortalizado por Disney en el largo “Fantasía” pero también por Warner Bros en al menos un célebre corto de Bugs Bunny. No hay un solo director en activo con semejante capacidad mediática y celebridad. Hay que añadir que Stokovski era un gran maestro y que conocía íntimamente la obra de Gustav Mahler.

También hay que decir que la Octava, denominada “de los mil” desde su estreno muy a pesar del compositor (¿y qué esperaba?), se puede interpretar con muchos menos músicos, como de hecho sucede prácticamente siempre. Pero Mahler tendía a utilizar enormes orquestas, es un hecho. Pierre Boulez, que después ha grabado sus sinfonías con Cleveland, Viena, Staatskapelle (la Octava) o Chicago, opinaba de Mahler que su exigencia de instrumento (su aparato) era superior a su valor objetivo como propuesta. De otro modo: que se podía ofrecer la misma música con muchos menos atriles y menos “ruido”. Pero esta visión choca con la necesidad de las orquestas de atraer público a las salas. Por eso, desde una perspectiva mediática, se difunde la discutible enormidad de las sinfonías de Mahler y su espectacular número de ejecutantes como gancho, pareciendo que lo más relevante de su obra es que no se suele “ver” nada parecido. El más difícil todavía. Un ejemplo: estos días la Sinfónica de Euskadi presenta para sus abonados de San Sebastián y Pamplona la Sexta, entrecomillada “Trágica”, para Alban Berg la única Sexta, y la comunicación del programa se está basando casi exclusivamente en el número de intérpretes. Así, leemos:

“Y con esta fuerza empezamos la semana!! Esta vez os enseñamos la imagen con todos los protagonistas. 69 cuerdas, 41 vientos, 6 percusiones, 4 arpas y 2 celestas. 122 músicos sobre el escenario. La sexta de Mahler bajo la batuta de Jun Märkl!!!” En otros post: “122 músicos bajo la dirección de Jun Märkl, también alumnos de Musikene”; “Arpas y más arpas en la Sexta de Mahler!!” (aquí con doble exclamación, de las que hay profusión). Pues bien: ¿para qué “arpas y mas arpas”, si dos arpas pueden hacer dos partes?

Entiendo en parte que la interpretación de la Sexta se comunique así si eso la hace mas atractiva para el público no aficionado, lo entiendo menos para aficionados. La cuestión es si debe un muro de Facebook convertirse en un reclamo, dado que (suponemos) quienes siguen a la OSE ya han oído hablar de Mahler, ¿o tal vez no? ¿Qué aportan cuatro arpas en lugar de dos y, sobre todo, qué aporta el contarlo? ¿Por qué la cantidad se presenta como el vector principal de comunicación de una obra cuya excepcionalidad es evidentemente musical, no aritmética? ¿A quién se dirige la comunicación de la música y mediante qué atributos? ¿Es Facebook un tablón de anuncios o una herramienta de comunicación?

Tomo estos post de la Sinfónica de Euskadi como punto de partida porque son recientes, se están produciendo estos días, pero valoro como buena y en algunas cosas muy buena la parte de la labor de comunicación de la OSE que conozco, que es poca. Me irrita en este caso porque hablamos de Mahler, vale. Pero conozco praxis de comunicación realmente peores, malas sin paliativos, que hacen difícil distinguir si se trata de atraer a un concierto o a una tómbola de feria.

Información sobre el estreno de la Octava en Philadelphia aquí: http://www.library.upenn.edu/exhibits/rbm/stokowski/mahler.html

©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2013 – http://wp.me/Pn6PL-3p