Publicado en Mundoclasico y Klassikbidea el 12 de marzo de 2020
Bilbao, jueves 20 de febrero de 2020. Teatro Arriaga. Banda sonora original de Vértigo, de Bernard Herrmann, con proyección de la película de Alfred Hitchcock. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Anthony Gabriele, director. Aforo: 1.200. Ocupación: lleno.
El trabajo de Herrmann para Vértigo es, quizá, uno de los más explorados y analizados en la historia del cine clásico. Es simplemente soberbio. Se introduce en la trama y en la psicología de los personajes en un plano esencial, jugando con el equívoco, la evocación, la premonición, el ensueño. Es también música al alcance de cualquier buena orquesta, así que la Sinfónica de Bilbao no tuvo lógicamente el menor problema para dar soporte sonoro en directo a esta refinada trama visual creada por Hitchcock sobre el guión extraordinario proporcionado por Alec Coppel y Samuel Taylor. Lo cierto es que la calidad de todos estos ingredientes es simplemente asombrosa y el modo en que interactúan subyuga seis décadas después del estreno del filme. Hablamos en consecuencia de una obra maestra del cine o, lo que es lo mismo, de una sobresaliente creación artística del siglo XX.
Anthony Gabriele hizo un trabajo espectacular, haciendo que Vértigo se manifestara plenamente como gran narración sonora y visual. Cabían en la dirección de Gabriele todos los matices e intenciones que atesora la película, sus muchas insinuaciones y las contradicciones entre la imagen y la música que contribuyen a crear su sofisticada atmósfera de irrealidad y contrasentido, su evolución sombría; así que todo fue bueno en la velada, excepto la iluminación. La Orquesta contaba con atriles individuales, discretos, se entiende que cumpliendo todos los requisitos para el buen desempeño de los instrumentistas, pero sobre el Maestro Gabriele caían dos haces cruzados, bien que tenues, que además de iluminar su partitura y sus gestos bañaban el escenario de una suave luz dorada que afectaba a la pantalla, alterando el contraste y la temperatura de la fotografía. Era un velo sumamente incómodo.
Las orquestas se observan mucho entre sí, y en cierta medida sus propuestas tienden a uniformizarse. Hubo un tiempo en el que las sinfónicas interpretaban música cinematográfica en acontecimientos como festivales de cine, quizá con la Seminci de Valladolid como expresión más depurada, pero ahora el cine ha asaltado la programación de las orquestas introduciéndose en sus ciclos de conciertos de temporada. Esa opción no parece ni osada, ni adecuada, ni afortunada, la música para cine pertenece a un mundo distinto al de la música sinfónica, razón por la cual los grandes compositores de bandas sonoras han aspirado -en general con poca fortuna- a escapar de tan férreo encasillamiento. Vértigo estaba genial programada allí, en el Teatro Arriaga, como un excelente concierto pop protagonizado por la Sinfónica de Bilbao, como una propuesta fuera de lo habitual, sin contagiar la temporada con esa aspiración estresante -y meramente discursiva- de atraer a nuevos públicos o de ensanchar las fronteras de la programación de una orquesta. Ciertamente es dudoso que exista el mínimo trasvase de público entre el que escucha Vértigo o el que escucha una sinfonía de Schubert, pero es que eso es precisamente un síntoma de versatilidad y fortaleza, y no de debilidad. No se parte a la búsqueda de nuevos públicos quebrando marcos, sino atrayendo adecuadamente hacia los distintos marcos, y ese es un trabajo de educación y comunicación que supera a una visión cortoplacista o laxa de la oferta propia de una gran orquesta profesional. Por estas mismas razones ni quise acudir a ver -no a escuchar, sino a ver- Singing in the rain en la temporada de abono de la Orquesta ni mucho menos hubiera dedicado una línea a su interpretación. Las cosas, en su momento y lugar oportuno.