Noticia de la edición de la guía, con la portada

Noticia de la edición de la guía, con la portada

 

Creo que sucedió en Hungría. En el no tan lejano 2004, el país se integró en la Unión Europea. El gesto de bienvenida hacia Europa el día de la formalización de la histórica adhesión lo simbolizó una joven y bella modelo en bikini en un paso fronterizo, apostaría que en el limes austríaco, levantando cierta lógica polémica. Era quizá la imagen de una Hungría joven y atractiva que se abría al mundo, pero tenía todo el aspecto de un reclamo para atraer la atención del turismo (¿también del turismo sexual?) a través en todo caso de la objetualización de las mujeres húngaras. Un joven en bañador hubiera transmitido la misma idea de juventud y dinamismo, pero tal vez no hubiera sido entendido ni dentro de la conservadora sociedad ni más allá de sus fronteras. Qué decir de una cincuentona: inimaginable. Pero joven y hembra, ahí sí estaba simbolizado el país que se incorporaba.

Bilbao acaba de presentar una guía para gais “para tocar diana en este sector”. Creo que la intención es clara, atraer a un turismo que se define por parte de un responsable municipal como “con nivel adquisitivo medio-alto y un nivel sociocultural también medio-alto”. Esta es, ciertamente, la imagen que buena parte del colectivo LGBT tiene de sí mismo, aunque he conocido personas de ese ámbito que estaban lejos de tales etiquetas, de hecho la mayoría: como sucede en el colectivo heterosexual. Bien, demos por bueno que los y las LGBT son en general de perfil cultural y económico alto, y busquemos que dejen aquí su dinero –y parte de su estilo y su cultura, espero-. Pero en la guía se asegura, siempre según un entresacado de prensa: “Bilbao es la ciudad más LGBT-friendly de la cornisa cantábrica. Lo decimos sin complejos porque aquí no nos importa de la mano de quién pasees ni con quién te beses en medio de la Gran Vía”. Suena hermoso, pero ni es sólido sostener que Bilbao sea más LGBT-friendly que las otras ciudades de la cornisa cantábrica, ¿de acuerdo a qué criterios y baremos? , ni se ha alcanzado remotamente el punto en el que dos personas de apariencia típicamente hetero, como tantos y tantas LGBT, puedan besarse o ir de la mano sin atraer demasiadas miradas –sobre todo si son viejos y gorditos, pongamos por caso-.

La fotografía de la portada de la guía es consecuente con esa realidad, y no muestra a dos viejas lesbianas besándose en la puerta de El Corte Inglés, o a dos gais cincuentones y fondones de la mano en una zona de compras, sino a tres jóvenes varones objetualizados, dos de ellos de físico esculpido concienzudamente en gimnasio, retratados en lo alto del Puente Colgante de Portugalete. Es discutible que un colectivo inmerso en una lucha reivindicativa desde luego en curso –inacabada- se pueda sentir dignificado mediante un reclamo fotográfico básicamente sexual.

La portada de la guía en cuestión se hace pública apenas unos días después de presentarse el cartel anunciador de la 13ª edición de Zinegoak. Creo que no sólo es adecuado, sino necesario contraponer ambos reclamos. El cartel de Zinegoak sitúa al Bilbao LGBT-friendly en el seno de un discurso necesario y reivindicativo que construye ciudad y la ayuda a evolucionar, como por otro lado sucede tradicionalmente con su impecable línea gráfica, mientras que la portada de la guía lo mercantiliza. No es que se busque el turismo LGBT, es que se sexualiza al colectivo para atraerlo. Es la muchacha en bikini más de una década después, pero con tabletas en el abdomen. La fotografía de portada de la guía LGBT es propia de una fiesta de discoteca, y no de una moderna ciudad realmente LGBT-friendly. Para eso queda camino.

 

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