Publicado en Territorios de El Correo el 18 de mayo de 2024
En la recién presentada temporada 2024-2025 de ABAO Bilbao Opera se ha anunciado «Tristán e Isolda» de Wagner, interpretado por un elenco internacional sin cantantes alemanes y bajo la dirección de un maestro nacido en Iowa. Cierta sorpresa inicial, ¿Wagner sin alemanes?, se desvanece al recordar que Jussi Björling o Nicolai Gedda fueron figuras en el repertorio italiano siendo suecos, o que la propia Suecia ha dado cantantes wagnerianas tan colosales como Kirsten Flagstad o Birgit Nilsson, gran soprano en otros repertorios también.
La ópera es un Sísifo que jamás cae por la pendiente, pues nunca llega a alcanzar su cima; deslumbra por su belleza mientras progresa lentamente, empujando el peso de su irrenunciable y no siempre fácil ni plenamente noble tradición. Debe ser insondable la soledad de quien abre un camino que estaba celosamente cerrado y sale a cantar ante un auditorio no exento de hostilidad –la hostilidad más irracional y visceral no tiene que ver con la nacionalidad o la lengua, sino con la pobreza y la raza–. Qué admirable valentía la de la afroamericana Grace Bumbry cantando Venus, de “Tannhäuser”, en Bayreuth en 1961, u ofreciendo deslumbrantes Eboli del “Don Carlo” de Verdi en teatros de inmaculada tradición blanca. En una vuelta de tuerca difícil de adjetivar, el apodo por el que se conocía a Grace Bumbry era “diosa del sexo”. De esa manera se menospreciaba el enorme talento y el temperamento de la gran artista de San Luis, Misuri.
En 1939, Marian Anderson había sido rechazada por su raza para cantar en el DAR Constitution Hall de Washington. Denunciando las barreras raciales de su tiempo, el domingo de Pascua ofreció un célebre concierto al aire libre en el Lincoln Memorial, frente a 75.000 personas y retransmitido por radio a millones de hogares. En 1955, Anderson fue la primera afroamericana en actuar en el Metropolitan Opera de Nueva York, interpretando el papel de Ulrica en «Un ballo in maschera» de Verdi, y abriendo puertas a futuras generaciones de artistas: Shirley Verrett, Leontyne Price, Jessye Norman, Barbara Hendricks y otros cantantes maravillosos.
La producción sin alemanes de «Tristán e Isolda» de ABAO no solo promete una experiencia musical extraordinaria, sino que también es un recordatorio de que el arte solo puede progresar desde la pluralidad y la gestión inclusiva de la diversidad como fuentes de enriquecimiento. En esta perspectiva, una entidad tan orgullosamente apegada a su gran historia y tradición como ABAO refulge de modernidad y propone la reducción a cenizas de no pocos prejuicios y estereotipos, al montar un “Tristán” plenamente abierto e instalado en el siglo XXI. Disfrutemos de esta maravillosa cumbre wagneriana, con dirección de escena de un brasileño. En todo el orbe operístico van quedando atrás, de manera irreversible, los Otelos de cara pintada.