Primer movimiento: Contextos
Es posible que desde el interior de Todas las Rusias no se aprecie a Vladimir Putin como una regresión hacia las más rancias tradiciones de su inmenso y atomizado país, sino como un héroe que impulsa el sueño del renacimiento como potencia de un país acosado y, como recientemente recordaba Ian Bremmer en El País, ninguneado sin disimulo por el presidente Obama, cuando define a Rusia como potencia regional. Desde la perspectiva occidental –suponiendo que tal perspectiva exista– los arrogantes movimientos de Putin en la frontera este de Ucrania y en Crimea son consecuentes con su demonización de los homosexuales y con su progresivo acoso a las libertades individuales y las garantías democráticas. Pero Putin proyecta en un sector de los habitantes de su país la ficción de un líder dinámico, que no se amedranta, macho y aguerrido; un conquistador capaz de plantar cara al eterno enemigo real o imaginario, fuerte para echarse sobre los hombros el aislamiento internacional prácticamente unánime, la exclusión de organismos como el G8 o las condenas de organismos tan exánimes como las Naciones Unidas.
Seguro que sobre esa ola hacen surf personajes variopintos, pero a mi me interesan dos: Yuri Temirkanov y Vasily Petrenko, directores de orquesta. El joven Petrenko, alejado de Temirkanov en términos generacionales –eso lo subsana el tiempo– y de talento –en eso no le alcanzará nunca– decía hace unos meses:
«’I believe that when women have families it is difficult to be as dedicated as is required in this business. Another side is that orchestra musicians respond better to men at the podium. They have less sexual energy and can better focus on the music. A sweet girl on the podium makes them think about other things». Con posterioridad, Petrenko clarificaba su posición: «What I said was meant to be a description of the situation in Russia, my homeland». Y añadió: «I have the utmost respect for female conductors, for instance the extraordinary talented conductor Marin Alsop».
El diario The Guardian, el 2 de septiembre de 2013, recordaba que una semana antes de la publicacion de la noticia, Marin Alsop decía en una entrevista: «When I first started out, there would be some pretty shocking one-off comments, like ‘Girls can’t do that’. One established conductor told me: ‘Women can conduct Mozart, but not Mahler.’ I would just laugh it off – humour was my best defence. Although I think if someone said that to me today, I’d take issue with it.»
Poco tiempo después, Temirkanov mantenía este diálogo en París con la pianista y compositora Elena Gantchikova, publicado en Nezavisimaya Gazeta y recordado por Alex Ross en «The New Yorker»:
Q.: In your opinion, could a woman conduct?
A.: In my view, no.
Q.: Why not?!
A.: I don’t know if it’s God’s will, or nature’s, that women give birth and men do not. That’s something that no one takes offense at. But if you say that a women can’t conduct, then everyone’s offended. As Marx said, in response to the question “What’s your favorite virtue in a woman?”—“Weakness.” And this is correct. The important thing is, a woman should be beautiful, likable, attractive. Musicians will look at her and be distracted from the music!
Q.: Why? There are women in the orchestra; people indifferent to a women’s charms. Besides, how many times would you be enraptured by appearances? After all, it’s something you tire of, and switch to the heart of the question. Statistically, of course, there are women conductors.
A.: Yes, they do exist.
Q.: Nevertheless, you maintain that these are less than women, or less than conductors.
A.: No, simply that in my opinion, it’s counter to nature.
Q.: And what is it in the conductor’s profession that runs counter to a woman’s nature? That’s counter to the essence of the conductor’s profession?
A.: The essence of the conductor’s profession is strength. The essence of a woman is weakness.
Más o menos por las mismas fechas, en el otoño de 2013, yo mismo pude escuchar cómo un maestro, en la intimidad de su camerino, desdeñaba a una mujer directora mientras veía un vídeo y decía en el primer compás que no tenía «fuerza o energía para mover la batuta». Este maestro no era ruso. Petrenko y Temirkanov han sido portavoces de una opinión muy extendida en una profesión dominada por los hombres como pocas. Pero ellos no sólo han cometido una torpeza y dicho una indignidad al decir lo que parecen pensar, sino que han hecho un ejercicio de cálculo: se han alineado con Vladimir Putin, se han confesado directores macho en un país en franca regresión moral y en el que, como en una España nada lejana, las mujeres juegan en una categoría inferior y los homosexuales son señalados y acosados; y son agredidos, como lo son tantas y tantas víctimas de la violencia de género con pasmosa frecuencia. Luego no sólo en Rusia, todo esto también sucede en más de un pueblo y más de un vecindario de la Europa mas occidental y avanzada, por no hablar de determinados círculos ultras de los Estados Unidos. Pero en estos lugares, los maestros tal vez callan.
Marin Alsop sustituyó precisamente a Yuri Temirkanov al frente de la Baltimore Symphony Orchestra en 2006; y los días 24, 25, 26 y 27 de abril de 2014 dirige a la BSO con la Primera de Gustav Mahler, «Titán», editada por Naxos con idénticos protagonistas en 2012. Una versión potente, clara, llena de vigor y capaz, por sí sola, de echar por tierra las visiones decimonónicas de Petrenko y el viejo y magnífico Temirkanov. Inevitable recordar que hasta hace unas décadas, como me recordaban recientemente en la Sociedad Filarmónica, las señoritas decentes sólo podían estudiar violín o piano. El cello las obligaba a adoptar una postura poco edificante y de soplar qué decir: de soplar mejor no hablamos. Pero llegaron para quedarse.
Próxima entrega: «Marin Alsop en tres movimientos, 2: Baltimore»
©Joseba Lopezortega Aguirre, Bilbao, 2014– http://wp.me/Pn6PL-3p