Publicado en el suplemento cultural Territorios de El Correo el 1 de octubre de 2016
Una notable novedad ha irrumpido en el plácido hábitat musical bilbaíno: el ciclo “Bilbao Puerto de Arte”. Aunque enfocado a frentes quizá demasiado numerosos y dispares, el ciclo nace a impulso de la iniciativa privada y, a la espera de lo que pueda deparar, ya ha traído a Bilbao el que probablemente sea el mejor concierto sinfónico en la Villa en varios años, de la mano de un colosal Zubin Mehta y de la orquesta Maggio Musicale Fiorentino, que convenció este pasado septiembre en el auditorio Euskalduna. Los promotores anuncian el ciclo como de “grandes conciertos”: lo son más o menos, pero a la espera de posibles nuevas ediciones la existencia del ciclo es la noticia del curso musical en Bilbao, ciudad dramáticamente ayuna de conciertos con buenas formaciones internacionales –que ojalá vengan-. Para este curso musical restan dos pianistas muy distintos, Denis Matsuev con el número 3 de Rachmaninov e Ivo Pogorelich, cuya interpretación del anunciado concierto de Schumann es algo que hay que vivir: especialísimo. Completan la oferta el veterano Spivakov con sus Virtuosos de Moscú, René Jacobs al frente de la Orquesta Barroca de Helsinki y un singular concierto con el que los promotores quieren abrir una serie, “Cinema Stars”, en el que se escuchará música de James Newton Howard, un compositor en posesión de un mundo musical reconocible y alejado del pseudowagnerianismo de tantos autores de bandas sonoras.
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Profundizando en el ámbito privado, con su aforo reservado sólo para socios, la Sociedad Filarmónica encara una temporada extraordinaria, que abre en unos días la afamada violinista Janine Jansen. Con una programación y gestión musical modélicas, la Filar ofrece a sus socios un total de 31 conciertos. Destacar alguno es quizá imprudente, pero cabe citar las “Suites Francesas” de Bach que interpretará la gran Angela Hewitt y la presencia de los también pianistas Arcadi Volodos, Nikolai Lugansky, Grigory Sokolov o Pierre-Laurent Aimard, que se presenta en la Sociedad; el recital del tenor Piotr Beczala con el gran repertorista Helmut Deutsch; cuartetos como el Jerusalem, Borodin, Fauré o Quiroga; o el regreso de la Orquesta Barroca de Friburgo con Heras Casado y la violinista Isabelle Faust. Una temporada globalmente fantástica, que (dicho sin asomo de estéril bilbainismo) sitúa la programación de la Filarmónica como una referencia entre las salas de concierto europeas.
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ABAO-OLBE es la tercera entidad privada protagonista del curso musical. Su inteligencia para sobreponerse a las dificultades y mantenerse arriba es impresionante y elogiable, y entre esas dificultades no es menor el vigente modelo de gestión (si existe tal modelo) del Palacio Euskalduna. ABAO lo hace muy bien en una coyuntura áspera, y su esfuerzo prometeico logra mover economía, comunicación y cultura como es esperable de una gran entidad musical. Su temporada tiene de nuevo cinco títulos, y entre ellos figura un “Stiffelio” de Verdi que ayudará a que el público –y diría que la propia entidad- sienta el ya próximo final del proyecto “Tutto Verdi” como una liberación, pese a que ABAO ha armado unas buenas funciones con Roberto Aronica, Ángela Meade (que deslumbró la temporada pasada en el “Requiem” verdiano) y dirección de Francesco Ivan Ciampa. Los otros cuatro títulos son sobre el papel más atractivos. Para hacer “Lucrezia Borgia”, “La Cenerentola” y «Don Giovanni” ABAO anuncia a Elena Mosuc, Celso Albelo, Javier Camarena y la mezzo debutante en ABAO Jose Mª Lo Mónaco, Simon Keenlyside o María Bayo. Gregory Kunde, uno de los tenores más en forma del momento, hará el Andrea Chenier en el título homónimo de Giordano. De Kunde hay que decir que ABAO es, quizá, la ópera del Estado que antes supo ver su enorme calidad y potencial. Se le ha escuchado por primera vez en Madrid cuando ya se le conocía y bien en Bilbao. Entre los maestros sólo un debut, Stefano Ranzani precisamente en “Andrea Chenier”, y el regreso de Allemandi, Pérez Sierra, la norteamericana Keri-Lynn Wilson y el mencionado Ciampa.
Las sinfónicas vascas
La Sinfónica de Euskadi trabaja para dotarse de un nuevo director titular, tras la decisión de no prorrogar a Jun Märkl. Este proceso se está encarando con intensidad, pero sin prisa, y no asusta la posibilidad de encarar un periodo sin director titular cuando acabe el contrato de Märkl, aunque no sea el mejor escenario posible. Para la 2016-2017, la OSE ha adoptado un perfil musicalmente más conservador que en la anterior. Si hace un año abrió temporada con “Kullervo” de Sibelius, este año lo hace con “Carmina Burana”, de Carl Orff. Podría entenderse como el síntoma de un interés por arriesgar menos y quizá hacer las cosas más fáciles a un público que pide tiempos suaves y perseverancia antes de responder a apuestas más arriesgadas. Con todo la OSE propone, junto a clásicos más frecuentes, obras de Xabier Sarasa, Xabier Otaolea, Toshio Hosokawa y Fernando Buide, y una pequeña muestra de grandes compositores ingleses que no se hacen tanto como su música merecería: Elgar, Walton y Vaughan Williams. Trufan la temporada solistas de renombre y maestros solventes.
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La BOS ha apostado por una programación ecléctica y conservadora, que da un peso enorme a la música de Brahms, sin aparente razón, contrapunteada siempre por obras mucho más modernas para generar un diálogo muy interesante en algunos programas. Una de sus asignaturas pendientes es incrementar el público de los jueves, día en que la entrada suele ser decepcionante. Con un nivel artístico que lleva años muy por encima de su nivel de gestión, la BOS vuelve a tentar vías tan peculiares como anunciar a una estrella (este año Cecilia Bartoli, los dos años anteriores Lang Lang) para que actúe sin la orquesta. Curiosa política. Ya en temporada éste debe ser el año de la consolidación como titular de Erik Nielsen, y brillan algunas citas excepcionales, como Eliahu Inbal dirigiendo Mahler y Stuart Skelton cantando el acto primero de “La valquiria”. Se cuentan en general buenos solistas, directores interesantes junto a otros que siempre se repiten y en conjunto la temporada se presenta mejor que la anterior. No era difícil.