© Joseba Lopezortega. Bilbao 2023

Publicado originalmente en el suplemento Territorios, de El Correo


Con la llegada del otoño, Bilbao despliega una oferta musical amplia y diversa protagonizada por la temporada de ópera de ABAO, los abonos sinfónicos de Sinfónica de Bilbao y Euskadiko Orkestra y el ciclo de Cámara de la Filarmónica. Enriquecen esta oferta algunos programas del Teatro Arriaga, excelentes ciclos más minoritarios como los de la Fundación BBVA o el Ensemble Kuraia y, sin duda, toda la intensa actividad protagonizada por coros o centros de formación musical. También el órgano desplegará por primavera su poderosa llamada en el XVIII festival bilbaíno. Como ven, todo un precioso y extenso jardín en el que demorarse sin miedo a perder el tiempo.

La Sinfónica de Bilbao encara un periodo de cambios de calado. Esta temporada que comienza es la última de su director musical, Erik Nielsen, y su inevitable relevo prácticamente coincide con la jubilación del director general de la entidad. Sería razonable evitar que un nombramiento sobre la bocina de una larguísima etapa condicione los primeros años de la nueva dirección general, y para evitarlo bastaría que la orquesta bilbaína hiciera un par de temporadas con directores invitados. Sin duda puede hacerlo, porque vive un periodo de gran estabilidad. Que desde hace tiempo no se materialice nada más allá de los rumores en torno a un par de nombres lleva a pensar que se está barajando esta cauta y respetuosa posibilidad.

Euskadiko Orkestra continúa profundizando en una identidad que se construye en torno al gran sinfonismo tardorromántico y que regresa, una y otra vez, al encuentro con Mahler, quizá el compositor totémico del ya largo mandato de Robert Treviño como titular. La novedad -más allá de una temporada sin Beethoven, que no es poca novedad- es que la orquesta vasca y Treviño harán en el Arriaga en abril la ópera Die ersten Menschen (Los primeros hombres) de Rudi Stephan (1887-1915), con dirección de escena de Calixto Bieito, un título que se estrenó en la Dutch National Opera hace un par de años. De este modo, el Arriaga acogerá una vez más uno de los previsibles acontecimientos culturales del año en Bilbao. El Teatro ofrece además otras interesantes citas musicales.

ABAO Bilbao Opera vive desde hace muchas temporadas en un compás de espera. Se encuentra anclada en los cinco títulos por temporada, que es tanto como decir que no encuentra recursos para poder utilizar toda su poderosa cilindrada para generar recursos. Pero incluso con una temporada tan corta, ABAO se las ingenia para recordar que la ópera es un territorio de una belleza y una diversidad inabarcables. Así, una ópera en francés, una en alemán y tres en italiano; dos títulos muy populares y representados en Bilbao, La Bohème y Rigoletto, junto a un Rapto en el serrallo que sólo se ha programado una vez –en octubre de 1994– o la poco frecuente Romeo et Juliette, de Gounod. Cuánto poder atesora una representación de ópera y cuánto potencial por explotar en la temporada bilbaína.

Al igual que el resto de las entidades musicales reseñadas en esta columna, la Sociedad Filarmónica afronta el reto de atraer público y lograr un relevo generacional exitoso, un reto que aquí es más acuciante porque la Filar sólo se sostiene con los recursos abonados por sus socios y socias. Pero en esa sala magnífica, en la que esta temporada se escuchará por ejemplo a Víkingur Ólafsson haciendo las Variaciones Goldberg, se hace muy difícil pensar en riesgos, dificultades o amenazas. Escribió Cernuda: “Algunos creyeron que la hermosura, por serlo, es eterna”.