Publicado en El Correo el 17 de noviembre de 2018
Mil es un número redondo y muy expresivo. En el caso de la milésima función de ABAO-OLBE, tan poderosa cifra parece incluso magnetizar otras efemérides menos conocidas: la primera representación de “Fidelio” será la quingentésimo primera de la Sinfónica de Bilbao en el foso de la temporada de ópera bilbaína (pasó desapercibida la que hacía la número 500, en la última función de “Norma”) y, contando las representaciones de “Fidelio”, cuando acabe el año la misma orquesta habrá interpretado obra de Beethoven en 1.007 ocasiones. Con su enorme fuerza tractora, la temporada de ópera de ABAO-OLBE es, ante todo, la expresión firme y el buque insignia de una ciudad con las infraestructuras musicales y con la voluntad ciudadana e institucional imprescindibles para levantar, año tras año, el telón de un complejo espectáculo que, cuando se yergue en toda su grandeza, difícilmente encuentra parangón.
Mil funciones son también un motivo indudable de orgullo y una de las razones para sentirse orgullosos es que nada de esto es casual ni se improvisa. La cultura es siembra, raíz y perseverancia y ABAO-OLBE, que nunca ha suspendido una función, es un ejemplo de tenacidad y capacidad de gestión que abarca desde 1953 distintos regímenes políticos, gobiernos, sedes, generaciones de cantantes y, quizá lo más importante, sucesivas generaciones de aficionados y aficionadas. La cultura es también futuro, debe serlo. Las mil funciones encuentran su sentido si se valoran mirando hacia al horizonte, digamos un tanto tópicamente que pensando en las próximas mil. La actividad de ABAO-OLBE en el plano educativo, con sus funciones de ópera para niños y niñas, es de gran importancia y hay que recordarla y reivindicarla como crucial cuando celebramos la deslumbrante cifra alcanzada por las representaciones de temporada.
Todo lo que media entre los viejos cartelones pintados sobre la marquesina del desaparecido Coliseo Albia y las actuales pantallas digitales del Palacio Euskalduna, por el momento sede forzosa de la ópera en Bilbao, debe impulsar el proyecto hacia el futuro. Constatar la importancia histórica y presente de las temporadas fuerza a recordar que el techo coyuntural de los actuales cinco títulos es difícilmente compatible con una mayor implicación con la sociedad vasca, a la que ABAO-OLBE sirve y nutre en su conjunto, incluyendo en esa implicación la nada desdeñable repercusión de la ópera en términos de generación de riqueza económica y de distintivo para la ciudad sede, esto por una razón obvia: no todas las ciudades tienen una temporada, ni siquiera todas las ciudades musicalmente estructuradas, y la afición viaja y se mueve para asistir a la ópera. Así, ABAO-OLBE dota a Bilbao de un atributo y atractivo importantes y de vuelo estratégico, y Euskadi está en posesión de la temporada de ópera propia de un país avanzado. Apostar por más títulos y mejores condiciones generales no puede ser sólo un objetivo de la Asociación, sino que debe comprometer a todas las instituciones involucradas para que ABAO-OLBE, la ópera de Euskadi, tome altura como potente proyecto de país.
Ahí están todos los mimbres. La lista de grandes cantantes y directores que han protagonizado memorables veladas de ópera en ABAO-OLBE impresiona, la lista de los títulos representados evoca y conmueve. Una temporada más amplia incrementaría las posibilidades de ofrecer títulos consagrados junto a otros menos populares y aumentaría, de ese modo, la dimensión cultural de unas temporadas que legítimamente despiertan, por encima del orgullo, el agradecimiento y el asombro.
© Joseba Lopezortega, Bilbao 2018