Jöel López Astorkiza /
El arte es intención. El artista procura una transformación, pretende atravesar, pasar de la pregunta a la respuesta, de la duda inconsciente a la consciente. E intenta hacer lo mismo con los espectadores de su intervención. Convertirles en otras personas. Ni mejores ni peores. Otras. Impedir que sean las mismas. Lo bueno del arte, además, es que sus caminos son infinitos y poliédricos. El artista lo intenta pero el Arte decide por dónde ir y a quién transformar.
La voz de Silvia Pérez Cruz consigue hacerlo conmigo cada vez que la escucho. Al final de cualquier canción soy otro. En menos de tres minutos he llorado, he reído y me ha temblado todo el cuerpo. Noto que la voz ha dejado su rastro a través de mí, que ya no volveré a ser el mismo. Y agradezco ese regalo, ese sopapo, ese zarandeo.
La cantante catalana es igual de poliédrica que el propio arte que practica. No rehúye probar registros, canciones o géneros. Ha participado en festivales de jazz, colaborado con orquestas, coros e incluso con su padre en un bar. Tanto en sus discos como en la Red podemos encontrar a Silvia reviviendo ‘Gallo negro, gallo rojo’ de Chicho Sánchez Ferlosio, retocando la rumba de su casa con ‘Me mueve el aire’ y Las Migas o traduciendo clásicos como ‘Take this waltz’ de Leonard Cohen. El resultado es siempre el mismo : una canción de Silvia Pérez Cruz. Porque cuando un artista tiene una voz propia, da igual a lo que se enfrente. Eso la convierte en invencible cuando canta. Si ha sido capaz de vestirse con una canción ajena, solo entonces puede conseguir que la canción ajena se vista con su voz y deje de ser ajena.
Con una voz que de tan de papel como parece nunca se rompe, Silvia no sólo es verdad sino que suena de verdad y eso la deja cerca de quien la escucha, como alguien conocido, próximo, que te entiende y sabe lo que sientes. Justo ahí, con ella sentada en la acera viendo a la gente viviendo y sufriendo, se sitúa su último disco. ‘Domus’ es, también, la banda sonora de la película ‘Cerca de tu casa’ de Eduard Cortés que ella misma protagoniza y presentada en el Festival de Cine de Málaga. Como cuando se enfrenta a una vieja canción, Silvia lo vuelve a hacer : llega a un tema del que, por desgracia, se habla, escribe mucho y a todas horas como es el desahucio y lo convierte en algo personal.
En estos tiempos de desahucio cultural, de desnudez intelectual y exhibicionismo de todo lo vacío, Silvia Pérez Cruz pega un puñetazo en la mesa y recuerda que el compromiso, la belleza, el arte y la verdad imperfecta y raída son posibles gracias a la intención y al empeño. Y en cada intento y empeño, Silvia nos hace un regalo.
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