Publicado en Mundoclasico el 5 de diciembre de 2017
Muchas cosas se pueden expresar en un puñado de canciones, y Dorothea Röschmann se sirvió de la primeras canciones de su recital, interpretadas bajo el título Mignon Lieder, para abrir y mostrar un amplio y convincente abanico de cualidades: una técnica fantástica, una voz amplia y profunda, carnal y oscura, con unos graves llenos de poder y una emisión limpia y extremadamente afinada. Súmese su notable capacidad para decir, para transmitir poesía, y quedará dibujada una gran liederista, una cantante capaz de subyugar a la audiencia para situarla en un plano de completa receptividad. No se escucharon toses en la Filarmónica bilbaína mediado noviembre, y no es escucharon porque el público no se acordaba de toser. Estaba en otro mundo.
Röschmann también. De hecho estuvo en cuatro, cantando desde cada uno de los cuatro compositores del programa con extrema naturalidad y enfundada en diversos estilos. Impresionante el solemne ciclo de la Reina María Estuarda, dramatizado por una cantante que apoya su mano derecha en el piano, quieta y sin adornos. El canto de Röschmann es escrupuloso, minucioso y comprometido, un canto honesto, poderoso y bien administrado. Puede maravillar por su versatilidad en unos Wesendonck-Lieder magníficamente interpretados, alcanzando cotas excepcionales en Im Treibhaus; puede ser íntima en Schumann, y descreída y al tiempo tiernamente vulnerable en los Rückert-Lieder.