Cuando las tropas soviéticas coparon buena parte del territorio de la Alemania nazi, en los últimos episodios de la SGM en Europa, los mandos deseaban apresar al mayor número posible de nazis. Improvisaron, para identificarlos, un método aparentemente rudimentario, pero no tanto si se reflexiona: detenían a los gordos, a los bien cebados, porque en los estertores de la SGM sólo los nazis estaban bien alimentados en Alemania. Si estabas gordo, eras un nazi, porque habías disfrutado de acceso a los alimentos. Sobrevivir, una vez identificado, dependía principalmente de quién te detuviera. Pero esa, la del respeto de las garantías y tratados en situaciones fuera de control, es otra historia, sobre la que los alemanes debieran ser los primeros en declarar.
Me pregunto quiénes están engordando en esta crisis: quiénes son, aquí y ahora, los gordos que comen sin duelo mientras los ciudadanos adelgazan y muchos niños no cenan. Y me acuno y consuelo en la Historia, en la que casi todo está, más o menos, ya escrito.