“Ma il male è, rispose Momo, che essi tengono per certo di essere nella luce”
Giordano Bruno
Leí febrilmente “Il pendolo di Foucault”, para mí su gran obra. La comencé en un tren hacia París y la terminé en otro tren, regresando hacia Hendaya, pocos días después. Entre ambos viajes París, escenario de buena parte de la novela. El otro gran escenario era Milán, tan próxima para mí por entonces. Es desde luego una novela completamente incrustada en mi vida y mi memoria, más que otras de su autor. Creo que nunca había leído ni volví a leer tan concentrado.
De “El péndulo de Foucault” me impresionó sobre todo que su parte de delirio era tan real, o al menos tan posible, como los recuerdos que escribía Belbo de su infancia o de los partisanos, aquellos «filenames» deliciosos que trufan la novela.
“Il pendolo” siempre me pareció un retrato realista de la sociedad enajenada y extremadamente manipulable de finales del siglo XX, y Umberto Eco una inteligencia sin parangón en su tiempo. Le he leído mucho, y le he pensado siempre con toda la atención e intensidad con que he sido capaz.
Si Europa entera no se lamenta en luto por la muerte de Eco es porque de la Europa culta, si alguna vez lo fue, sólo quedan una memoria difusa y una estéril y paralizante autocomplacencia. La Europa culta es mentira, sencillamente.
Descanse en paz Eco, y que su obra no nos deje descansar: el que duerme muere, y el insomne es buscado por los durmientes para ser exterminado. La última cita de “Il pendolo” es de Giordano Bruno, aunque no todo precise de un por qué.
Cuántas palabras se han ido.