Publicado en Territorios de El Correo el 25 de septiembre de 2021
¿Viviremos la culminación del Tutto Verdi de ABAO Bilbao Opera? Sí, esta vez sí. Alzira cerrará este ambicioso proyecto que tanto ha condicionado las últimas temporadas. Verdi ya tiene una estatua en Bilbao, ahora falta que ABAO tenga una placa en Busseto, porque el tesón de llevar a término un proyecto tan ambicioso -y no exento de bajíos y arrecifes- es digno de reconocimiento. Por lo demás la asociación bilbaína, que viene trabajando a un notable nivel los últimos años. ofrece una temporada que parece un canto a la diversidad, en la que sobresalen La clemenza di Tito de Mozart, con Frizza en el foso, y uno de los dos programas dobles, con La voix humaine de Poulenc y Eine florentinische Tragödie, de Zemlinsky. ¿Qué más decir de ABAO? Que su inquietud y su audacia definen, en buena medida, la solidez de la temporada musical vasca. Completan la oferta Les contes d’Hoffmann, Cavalleria rusticana y Pagliacci y Madama Butterfly, con Giovanna D’Arco y Stabat Mater de Rossini en concierto. Las orquestas son Bilbao, Euskadi, Verum -tan apreciada por ABAO- y llamativamente Bilbao Sinfonietta, que salvo error ya ha colaborado anteriormente con ABAO, pero no en el foso. Hará Alzira. Entre las cantantes Jessica Pratt, Daniela Barcellona, Vanessa Goikoetxea, Angela Meade o Maria Agresta, un interesantísimo debut en Bilbao; entre ellos Michael Fabiano, Jorge de León, Paolo Fanale y Sergio Escobar, protagonista en dos títulos consecutivos, Alzira y Madama Butterfly, uno de los cuales es difícil que lo vuelva a cantar y otro que es deseable que lo vuelva a cantar mucho.
Es un clásico que, cuando se habla en corrillo de la Sociedad Filarmónica, se hable de una entidad anclada en el tiempo. En realidad es lo contrario. El polimorfismo de la música de Cámara -dúos, tríos, cuartetos, quintetos, solistas, pequeñas orquestas, cantantes…- y un amplio número de programas, propician una presencia sustancial de compositores situados más allá de las rutinas de otras propuestas más previsibles, resultando que la de la Filar es quizá la oferta musical más renovadora y plural de las disponibles en Bilbao, y está más cerca de la constelación de la Contemporánea (el ciclo de BBVA en San Nicolás y el ciclo de Kuraia en el Conservatorio) que del conservadurismo de otros actores de la temporada. Su oferta es, una vez más, apasionante.
La Sinfónica de Bilbao trabaja con una visión más tradicional y en general asume menos riesgos. En su temporada sobresalen algunos muy interesantes solistas: Frank Peter Zimmermann, Ning Feng, Gabriela Montero, Asier Polo, Joaquín Achúcarro -que cerrará temporada en junio- y Cameron Carpenter, una estrella del órgano, que hará la Sinfonía concertante de Joseph Jongen en un programa que incluye el estreno de Tempo silente, del bilbaíno Javier Quislant. También destacan la presencia de Marco Armiliato dirigiendo la Segunda de Rachmaninov y el Acto III de Siegfried que dirigirá Erik Nielsen con Rachel Nicholls, Clay Hilley, Simon Bailey y Okka von der Damerau. Regresa Leonard Slatkin, un notable maestro ya muy veterano, a hacer la primera de las resurrecciones mahlerianas que se escucharán en Bilbao, esta con Miren Urbieta, Isabelle Druet y la Sociedad Coral.
La otra Resurrección la hará la Euskadiko Orkestra, que ya la había anunciado para la temporada anterior, así que es otra de las deudas pandémicas llamadas a saldarse. Canta el Orfeón Donostiarra con Sarah Fox y Justina Gringyte y dirige Treviño, que comenzará las actividades de la orquesta con un festival Brahms que traerá a Bilbao en dos tardes las sinfonías 2 y 3, el Concierto para violín y violonchelo, con Dmitri Makhtin y Alexey Stadler, y el Segundo para piano, con Tom Borrow. Interesantísimo el programa que ofrecen Treviño y la excelente pianista Yulianna Avdeeva, con la Sinfonía nº 2 de Bernstein y el Concierto para orquesta de Zhou Tian. En general, una temporada homogénea para una orquesta ambiciosa e inquieta.