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The Tallis Scholars cantan hoy, 14 de agosto, en la solemnidad entre regia y pomposa del Royal Albert Hall, en Londres; el martes próximo lo harán en Ávila, en la silenciosa austeridad de un tempo ciudadano de Castilla. Me lo voy a perder.
Quedarán para otro año el escuchar los conciertos programados, pero sobre todo el deambular pos las calles de esa ciudad que no conozco todavía, y que desde el rigor intenta establecer una cita musical no oportunista en el verano de Castilla. Intentaré definir «no oportunista»: una oferta que no desea seducir al turista, sino atraer al visitante y al interesado cabalmente. Es algo bien distinto.
Me recibirán los espacios monumentales de Ávila, sus piedras silenciosas, y siempre indiferentes hasta la soberbia, que es como permanecen los monumentos no improvisados. Y conoceré sus lugares de tapas, y sus vinos, y trasegaré un buen brandy en copa balón (sólo) después de un concierto inolvidable.
Querré encaramarme a una escalera estrecha de subida a un coro para escuchar sin ver, que es como se debe escuchar la música de Tomás Luis de Victoria, por lo poco que se de ella.
Y querré repetir.
Felicidades, Abulensis; una cita condenada, pero a crecer.
Y hasta el año que viene.