Publicado en Mundoclasico el 8 de marzo de 2024
Bilbao, sábado 17 de febrero de 2024. Palacio Euskalduna. Giuseppe Verdi: Rigoletto. Libreto de Francesco Maria Piave, basado en Le roi s’amuse de Víctor Hugo. Miguel del Arco, director de escena. Sven e Ivana Jonke, escenografía. Ana Garay, vestuario. Juan G.mez-Cornejo, iluminación. Producción de ABAO Bilbao Opera, Teatro Real, Teatro de la Maestranza, New Israeli Opera de Tel Aviv. Amartuvshin Enkhbat, Rigoletto. Sabina Puértolas, Gilda. Ismael Jordi, Il Duca di Mantova. Carmen Topciu, Maddalena. Emanuele Cordaro, Sparafucile. Fernando Latorre, Il Conte di Monterone. Marifé Nogales, Giovanna. Josu Cabrero, Mateo Borsa. José Manuel Díaz, Marullo. Gexan Etxabe, Il Conte di Ceprano. Ana Sagastizabal, La Contessa di Ceprano. Olga Revuelta, Un Paggio. David Aguayo, Un Usciere Coro de Ópera de Bilbao (Boris Dujin, director). Orquesta Sinfónica de Bilbao. Pedro Bartolomé, asistente director musical y director de banda interna. Daniel Oren, dirección musical. Aforo: 2.164. Ocupación: lleno. 72ª Temporada de ABAO Bilbao Opera.
Rigoletto sólo se convierte en un gran Rigoletto cuando los distintos elementos cruciales son de calidad y construyen una representación homogénea y cohesionada. Todo debe amalgamarse, sin fisuras, para que un gran título se despliegue con todo su esplendor y convierta al público en el último y más preciado activo de la representación. Esa conjunción de factores se ha producido en Bilbao y ha sido, en primer lugar, gracias a un Daniel Oren excepcional, a la vez arquitecto y clave de bóveda: magistral para extraer la intensidad y densidad emocional de la partitura, mostrando su profundo conocimiento del estilo verdiano; atento siempre a la cohesión del conjunto, esencial en este título; magnífico en el equilibrio entre foso y escena, preciso y seguro cuidando unas voces que parecía admirar, cuidar y querer. A sus órdenes, la Bilbao Orkestra Sinfonikoa hizo un trabajo realmente sobresaliente. Hay que retrotraerse algunas temporadas para encontrar a esta orquesta tocando en el foso con semejante nivel, siendo su rendimiento habitual muy bueno en todos sus compromisos con la temporada de ABAO.
Sobre el escenario, la dirección de escena de Miguel del Arco se sumerge en la mirada de Víctor Hugo para presentar un fuerte alegato moral contra la corrupción del poder, criticando de manera directa, incisiva y explícita la impunidad con la que actúan los poderosos cuando se sacian y pasan a verse a sí mismos por encima de cualquier límite moral o ético. Del Arco traza todo un discurso en torno a las muchachas usadas y violentadas por el círculo del duque de Mantua, muchachas gemelas de Fantine que acaban sublimadas como ángeles (aquí Del Arco se aleja de Hugo); en general, la mirada de Del Arco sobre la trama es moralizante y bella, y propicia una escenografía sombría, de excelente rendimiento y gran coherencia. Como con el trabajo musical, hay que retrotraerse para encontrar en Bilbao una producción tan bien urdida y resuelta, tan sólida y bella y justificada.
Las interpretaciones de Gilda y Rigoletto, especialmente la del barítono Amartuvshin Enkhbat, también han sido fundamentales para el éxito. Enkhbat, con su poderosa voz y su entrega interpretativa, ha brindado unas actuaciones memorables, enlazado con la emotiva y delicada interpretación de Sabina Puértolas como Gilda. Juntos han explorado la complejidad de sus personajes y han cantado de ensueño. Ismael Jordi ha propuesto un Duque que actúa como inconsciente de sus actos, un inmaduro para el que todo es natural (de hecho, el tipo de maldad que puede generar las más completas injusticias) y lo ha hecho cantando con solvencia y gran elegancia. Carmen Topciu, Maddalena, aportó profundidad con una sólida presencia vocal y una actuación convincente. El resto del elenco, como el Coro, también hizo un muy bien trabajo, sin excepciones. Esa robustez en el elenco, una escena apasionante y una dirección y un foso sobresalientes han reafirmado la capacidad de la ópera para abordar temas imperecederos y despertar emociones profundas y perdurables. Y, en este punto, el público se sintió convocado y respondió.
Daniel Oren, el experimentado y sabio constructor de esta gran representación, no solo ha dirigido a la orquesta y a los cantantes con maestría, sino que también ha sabido capturar al público, tejiendo las condiciones ideales para que el bis de Si, vendetta del final del segundo acto se integrara de forma natural en el curso de la representación. Que se iba a bisar se presentía desde que Amartuvshin Enkhbat había dicho su primera frase, y fue evidente a medida que Puértolas aportaba su gran clase, pero Oren indicó el camino al público porque, simplemente, la ópera también necesita de hitos que la fortalezcan como una experiencia memorable. Ese será el papel de este Rigoletto durante mucho tiempo. A la salida, algunas personas comentábamos que había sido una representación como las de antes. Siempre pienso qué quiere decir esto, casi un lugar común esporádico para expresar que se ha vivido una gran velada operística. Mi conclusión es que recordamos con nitidez las representaciones que fueron legendarias y que las recordamos precisamente cuando hemos vivido una que no olvidaremos. Tal ha sido el vuelo este gran éxito de ABAO Bilbao Opera.