Para quienes se preguntan en primer lugar por el significado de los nombres o por su traducción, Haru es una palabra japonesa que significa primavera. La hache se aspira levemente. Pero ella no se llama así por eso, aunque sería una razón sólida.
Hayao Miyazaki y el Studio Ghibli de animación han dado al cine grandes películas, entre ellas «El viaje de Chihiro», «Mi vecino Totoro», «La princesa Mononoke» o «Ponyo en el acantilado». Todas ellas tienen en común la devoción por el medio ambiente, el respeto a la tradición como legado cultural y unas jóvenes protagonistas que son siempre autónomas, respetuosas, inteligentes y tenaces. Quizá esas muchachas sean el trazo más identificable de muchas de las películas del estudio, películas que se han visto y se ven en nuestra casa y que Eneritz y yo, y algunas de nuestras amistades, literalmente idolatramos. También nuestros hijos las conocen bien y las aprecian.
En 2002, Hiroyuki Morita estrenó «Haru en el reino de los gatos», película en la que una adolescente llamada Haru Yoshioka experimenta un viaje iniciático hacia la madurez (el tipo de viaje que también vive Chihiro) cuando por su indolencia se ve arrastrada al reino de los gatos. Allí, Haru vive entre la perplejidad causada por un mundo que no comprende y la decisión de no abandonarse y encontrar su propia identidad. Hermosa, sólo aparentemente superflua, quiso el azar que, aunque ya conocíamos otros títulos, «Haru en el reino de los gatos» fuera la primera película anime que Eneritz y yo vimos en lo que hoy es nuestro hogar. La película, Haru Yoshioka, los gatos Barón y Toto y otros personajes pertenecen plenamente a nuestra vida.
Haru Yoshioka posee una mirada sobre el mundo limpia y una gran nobleza. Quizá también es simple. Son cualidades al alcance de una cachorra de schnauzer como la que estamos a punto de recibir en casa, y también son cualidades que no están al alcance de todas las personas. Y hay una última razón para esperar a Haru, y no a Pipa, o Fusa, o Carlota o Renata, y tantos otros nombres barajados: nuestro perro anterior se llamaba Habano, y la coincidencia en las dos letras iniciales de sus nombres nos evoca a aquel maravilloso y fiero fox terrier, tan indómito e inteligente, tan radicalmente inolvidable y tan, pero tan gran compañero.
Ahora llega Haru y con ella otra vez, en verdad, la primavera.
Con nuestro agradecimiento a Kris López y Pablo Suso, artífices